El poeta nos cuenta cómo escribe sus versos I
Por eso con el mismo lenguaje que usaba el pueblo cuando por él andaban las mulas que iban al pilón cabe la plaza os diré que hoy he venido aquí a hablaros de la poesía y más, de mi poesía. Nadie sabe lo que la poesía es. Cada poeta sabe lo que hace, como yo sé lo que hago y hasta os puedo decir de qué alimentos se nutre. La mía lo hace básicamente de lo que pudiéramos llamar testimonio y memoria. Memoria del tiempo en que vive y testimonio de lo que ve durante ese tiempo en la tierra en que vive. Soy por lo tanto rico pues poseo: memoria, tiempo y tierra y lo que en ellos cabe. El poema, no podía ser por menos, se nutre de vida personal, es decir: la vida del poeta, y ésta se compone, como la de todo ser, de tiempo.
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Paqui González Del Castillo |
Será inevitable que el poeta cante y cuente de sí mismo pues es lo único que de verdad conoce, o que mejor conoce. Lo autobiográfico se hace, por consiguiente, obligado porque recuerdos, experiencias, sentimientos han de ser personales. Nadie puede dar autenticidad a lo que le es ajeno, y el canto, si no es auténtico, no crea emoción, y sin emoción, posiblemente no haya poesía. Estética sin humanidad se queda solo en arte para los ojos, no para el espíritu. Queramos admitirlo o no el poeta se va haciendo en el tiempo y solo tiene materia de canto lo que ve o lo que vive, que, a veces, puede ser, también, lo que viven los otros si el poeta se convierte en carne de lo que ellos viven. En el testimonio se puede ir de un yo a un nosotros, en la memoria, no. Todo poema es una creación y hemos de borrar la imagen de que crear es lograr que aparezca algo en donde nada había. Para la creación artística es necesario un poso de años, un saber reposado, nunca una mínima, y, menos y en uso exclusivo, eso tan vaporoso que llaman sentimiento. Todo poema nace de un acarreo de experiencias ejercitado por una persona como cualquier otra que, además, hace versos. Uno de los máximos poetas del siglo pasado, Rainer María Rilke, afirmaba que los versos no son más que la expresión de experiencias personales. Para escribir u solo verso, hacen falta años de mirar las cosas, los campos, las ciudades, los hombres, los animales, las plantas; repasar los visto, volver a actos ya vividos, -a los agradables y a los dolorosos – a la infancia, al mar, a la noche, a la mujer y a la muerte, por ejemplo. Y almacenarlo todo, dejar que pose, que crie madre, como el vino en la cuba, y esperar, sin impaciencia, a que de todo ello, un día pueda salir la primera palabra de un verso. ¿Veis como gran parte de mi poesía parte del tiempo, vida, experiencias, campos que viví en Astudillo? Por eso todo poema es una aventura ante el blanco de un papel que se inicia en esa primera palabra que brota y que a partir de ella -aún no sabiendo lo que va a venir- si se conoce en ella lo que va a venir- si se reconoce en ella, dirige su curso, y lo corrige si se desmanda o entra en recodos sin misterio. En esa aventura Yo (conocido por mí) avanzo por entre lo que me rodea (también conocido) y el resultado (la aventura) no será conocido hasta el final (el poema). Y ya no sé más. Si el resultado es o no poesía, no me toca a mí decirlo, sino al lector. y bien, vamos a pasar a la poesía y ver si se cumplen estos supuestos de los que he hablado. Comienzo por leer un poema que titulo Declaración de intenciones poéticas y que refleja la materia de mi poesía. Veréis que en él ya se adivina la sombra, mejor, la luz de Astudillo, todo el poso que el pueblo: gentes, paisaje, calles y palabra, dejó en mí.