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Amor de adolescencia

Amor, mi dulce y sereno amor: 

Hoy, cuando ya la distancia nos separa, pienso que de manera irremediable, un buen puñado de kilómetros, y el destino ha querido en su caprichoso proceder, que deba vivir alejado de ti, te escribo con agitada emoción esta carta que me brota sincera de lo más profundo del corazón. Entiendo que te sorprendas mucho cuando, una vez asimilado el nombre del remitente, te decidas a abrir el sobre y a desplegar con prisa el par de cuartillas que guarda en su interior. ¡No es para menos, querida mía! Perdona antes de nada mi osadía por comenzar la carta en los términos que lo he hecho. Mi trabajo me ha costado. Sin contar, además, la cantidad de cuartillas que he emborronado antes hasta llegar a éstas que ahora sostienen tus bellas manos y acarician con delicadeza tus tiernos dedos. 


Imagen: Francisca González Del Castillo

 Nunca hasta ahora te hice sabedora de mi amor por ti, porque pensé en principio que quizá no pudiera ser real, que aquello que sentía era sólo una especie de enamoramiento caprichoso y pueril de un alumno aún adolescente hacia su joven profesora a la que ve todos los días y admira por su gran capacidad para conocer y saber de todo. Pero con el tiempo, entendí que aquella sensación no era sin duda un capricho, sino que se trataba de una atracción irrefrenable hacia ti, mi amada y dulce profe de literatura, de quien me gustaba y quería todo. Sufrí en silencio la tensión que me envolvía al no tener luego el valor suficiente para expresártelo de una manera clara, o contárselo a alguno de los compañeros, lo que me hubiera liberado en gran medida. En la clase del Instituto, me coloqué en primera fila alegando no sé qué disculpa totalmente inventada y pasajera. Y cuando explicabas cada día la lección, mis ojos no se apartaban ni un solo momento de ti, siguiéndote en cualquier mínimo movimiento que emprendieras. Pero tú, ¡cómo lo ibas a adivinar!. Te mirábamos todos, como profesora nuestra que eras. Me aprendía cada día de memoria la lección de literatura porque, ¡ni en eso te quería fallar!. Y esperaba con ansia que tu sensual boca pronunciara mi nombre y me llamaras para preguntarme cualquier cosa. Me sentía entonces feliz allí frente a ti, ignorando por completo a todos los demás compañeros y compañeras de clase. Al principio, me conformaba con estas pequeñas cosas que me mantenían de alguna forma unido a ti. Y así iba pasando el tiempo. Yo deseando llegara pronto el próximo día para poder encontrarte allí frente a mí en tu mesa de profesora. Y tú, en cambio, ignorándolo todo y volcada enteramente en tu trabajo de profesora nuestra. ¿Recuerdas aquella ocasión en que me quedé el último en aquel examen final?. Todos los demás se habían ido hacía ya un buen rato, y yo seguía allí sentado, escribiendo sin ganas y con total distracción sobre aquellos papeles, mirándote siempre, sin que tú, que corregías en total concentración los ejercicios de los otros compañeros, te percataras de aquellas miradas tan atrevidas y constantes. Aquel retraso en la entrega del examen, tenía un motivo claro, por supuesto, aprovechar aquellos momentos para decirte sin rodeos que me sentía locamente enamorado de ti y que estaba sufriendo en silencio por ello. Sí cariño, sí, aquel alumno que siempre veías en la primera fila de la clase, y que cada día llevaba aprendida de memoria la lección, estaba y lo sigue estando ahora, enamorado por entero de ti. Pero aquel día, el sonido inoportuno del timbre, que señalaba el final improrrogable de la hora de clase, me impidió declararme a ti, aunque pensé por algún momento coger por un instante tu suave y delicada mano al entregarte las hojas de examen. Mas he de confesarte, que no me atreví, al recorrer de súbito todo mi cuerpo un fuerte temblor que, incluso, hizo que me ruborizara de pronto y solamente acertara a decirte ¡adiós!, al abandonar la clase. Luego, acabó el curso y te fuiste de inmediato a tu ciudad, de vacaciones con los tuyos. ¡Lo que hubiera dado entonces porque mi ciudad fuera la tuya!. Así, al menos, pudiéramos haber coincidido alguna vez en algún paseo y, hasta quizá me hubiera detenido ante ti con alguna disculpa inventada en aquel preciso momento. Y después de charlar durante algunos minutos, te hubiera invitado a compartir un tranquilo café en alguna cafetería cercana. O... tal vez ¿me hubieras invitado tú?... Y ¡quién sabe si en alguna de estas ocasiones no te hubiera abierto mi corazón de par en par y te lo hubiera contado todo!, con la consiguiente sorpresa por tu parte. O... acaso ¿la sorpresa no hubiese sido tan grande, quizás?. Al comenzar el nuevo curso, supe con pena que te quedabas ya definitivamente en tu ciudad, y me desilusioné enormemente. Por eso esta carta que es a la vez un desahogo y un descanso para mí al dejar fluir libremente mis sentimientos. Que donde quiera que estés, te vaya siempre bien y bonito, y que sepas que en todo momento estarás en mi pensamiento, mi dulce profe de literatura, mi dulce amor imposible de adolescencia. 

 Tu alumno eternamente enamorado.

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Carta que obtuvo el Primer Premio en el Concurso de “Cartas de Amor”, convocado en Palencia en el año 1996 con motivo de San Valentín de aquel año.






7 comentarios:

Julius Revolution dijo...

Que bueno Javier, me recuerda la historia de amor del presidente Macron con su profesora, pero en esta ocasión el amor llegó a buen término. Bonito escrito para el día de San Valentín, un abrazo.

Froilán De Lózar dijo...

Un bonito recuerdo que mereció un premio. Y un día propicio para publicarlo. Un abrazo, Javier.

J. Javier Terán dijo...

Muchas gracias, Julius y Froilán, por vuestras palabras hacia mi relato de hoy con esta Carta de Amor premiada hace unos años en un concurso aquí en Palencia con motivo del día de San Valentín. Me alegra os haya gustado. A mí me hizo mucha ilusión recibir el premio en aquella ocasión con este motivo. Se hizo una gran fiesta en una discoteca como celebración de San Valentín, y estuvo muy animada. Guardo un gran recuerdo de aquel día. Feliz San Valentín, como Día del Amor y la Amistad, para todos. Saludos.

Alfonso Santamaría dijo...

Enamoradizo nos sale hoy, Día día los Enamoramientos del Corte Ingles, el amigo Javier. Bonitas historias de adolescente, enamoramientos qué nos volvieron locos, recuerdo a mi primer amor, una chica de Santander, recuerdo el segundo una del norte de Palencia, con la qué me he comunicado después de 50 años. Recuerdo el tercero, la conocí un 14 e febrero, recuerdo el cuarto mi actual mujer con la que convivo después de 40 años casados, y 7 de novios. El amor siempre te abre puertas, no descarto volverme a enamorar, de hecho lo estoy ya en sueños de una chica, de la vida y de ciertos amigos. Viva el amor, no San Valentín, un cuento del Corte Inglés.

J. Javier Terán dijo...

Muchas gracias, Alfonso, por tus palabras hacia mi relato de hoy con motivo de ser San Valentín. Y un amplio currículum de enamoramientos nos relatas aquí, Alfonso. Y, además, que todavía estás dispuesto a ampliarlo al día de hoy, aunque sea en sueños; interesante tu relato de alta confidencia, ahí quedará, en la confidencia... Saludos.

FGC dijo...

Bueno, hoy un día apropiado para una historia tan tierna, quién no ha admirado alguna vez a algún profesor siendo adolescente, a mí me pasó con el profesor de inglés en segundo de BUP, y siempre lo recuerdo con cariño. Enhorabuena por ese premio, pues supiste plasmar ese enamoramiento de adolescente que de repente se desvaneció y que supongo que refleja el sentir de muchos adolescentes.

J. Javier Terán dijo...

Muchas gracias, Paqui, por tan cariñoso comentario hacia mi relato con motivo de San Valentín. Me alegra que te haya gustado y que te haya hecho recordar un momento tan particular del pasado. Saludos.

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