Conocer a Marcelino es saborear el sentido de sus poemas, su saber estar, su templanza y sabiduría, siempre lejos de presumidas chulerías. Marcelino era un maestro de escuela que destacó como poeta y escritor, pero que tuvo la sencillez por bandera, la amistad por consigna y el amor por Carmen, su mujer.
ALFONSO SANTAMARÍA DIEZ
He tenido el inmenso honor de conocer al gran poeta y escritor Marcelino García Velasco. El dichoso acontecer ocurrió allá por los años ochenta en el Hospital Provincial San Telmo, cuando dependía de la institución provincial. Conocí a Marcelino en una de esas habitaciones de tres camas, de la época de posguerra, cuando se construyó el hospital. En esa enorme habitación estaba ingresado el padre de García Velasco, y mi hermano pequeño. El señor Antonio García, natural de Astudillo, era una persona cariñosa y demostraba especial orgullo y cariño por su hijo Marcelino, maestro de escuela y gran comunicador. Su hijo, por aquel entonces, no era ni famoso ni conocido, pero enseguida me cautivó su palabra, noté como paladeaba cada vocablo que salía de sus labios. Era sin duda un maestro de pueblo quien hablaba, al tiempo que cuidaba y vigilaba cada movimiento de su padre. Daba lugar a que admirase el mutuo cariño, el aprecio del respeto, la ternura y una humanidad fuera de toda duda. El poeta me envolvió con su mirada limpia y sincera. En tantos días me dio tiempo a saber que, el hijo del señor Antonio era maestro, y ejercía en el Colegio Jorge Manrique de la capital. Qué casualidad, una escuela con el nombre del mejor poeta de su tiempo, que encabeza el canon lírico español de todos los tiempos, y que hizo posible el paso de nuestra poesía a la modernidad. Me enteré de que Marcelino era poeta y escritor en sus ratos libres. Tras el alta de mi hermano me enteré del fallecimiento del señor Antonio, a quien mi hermano había cogido cariño, fraternidad mutua y ayuda de compañeros de habitación. Mi hermano afeitaba cada día al de Astudillo, le aseaba y le dejaba listo antes de que llegara la familia.
ALFONSO SANTAMARÍA DIEZ
5 comentarios:
Recuerdos y vivencias cotidianas con el poeta que no se olvidan. Conviene recordar también estás anécdotas que engrandecen a las personas más allá de su genio poético. Muchas gracias Alfonso por compartirlas y dárnoslas a conocer.
Nos enontramos por los pasillos de la vida, tan efímera. Nos damos cuenta de lo pequeños que somos y de la ausencia de quienes, como Marcelino, dejaron abierto para siempre un río de vivencias.
Alfonso, un bonito y entrañable recuerdo de Marcelino, que nos acercas en tu crónica sobre el poeta, lleno de detalles y de sitios comunes, que nos hacen conocer un poco más su vida y su obra. Saludos.
Entrañable, a veces conmovedor, el recuerdo que tienes de Marcelino. Mucho le gustará a Carmen y los suyos. Aprovecho para desearos, a ti y los tuyos, una feliz Navidad. Un abrazo
Me encanta el artículo o escrito dedicado a este hombre, y mucho más su reconocimiento por su valía y sencillez. Gracias por compartirlo con nosotros.
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