El 22 de junio de 2018, pronuncié mi pregón en las Fiestas de Castrojeriz, inolvidable encuentro con los míos, con mis raíces, en mi intento de “ser profeta en mi tierra”.
Alfonso Santamaría Diez
Fue un honor para este humilde castreño pregonar ante mis paisanos, teniendo como testigos a la alcaldesa y corporación, a la reina, damas de honor, galán de las fiestas y peñistas. Sentí orgullo por mi privilegiada elección, me sentí agradecido, y hablé del glorioso pasado, y el valioso patrimonio de la Monumental, Realenga y Muy Leal Villa de Castrojeriz, una de las poblaciones de mayor riqueza monumental de todo el Camino, con un patrimonio que lo elevan a la categoría de punto clave de la Ruta Jacobea, Bien de Interés Cultural, y Conjunto Histórico Artístico, lugar atractivo para peregrinos y turistas.
Asistió al acto mi padre, con 89 años, que recibió mi particular homenaje como portento de Castrojeriz. Como decía mi madre: “En Castrojeriz hizo el bachiller, se diplomó en Valladolid, y se doctoró en Palencia”. Toda la familia nacimos aquí, somos hijos de la villa, obligados a emigrar, lo mismo que los hermanos de mis padres. Otros antes que ellos, y otros después que ellos se fueron de Castrojeriz en busca de un porvenir que no encontraron en su pueblo. Se llenó el País Vasco de “Castreños”, algunos se quedaron en Burgos, y otros terminamos en Palencia. En palabras del gran poeta y escritor de Villalón de Campos, Santiago Redondo Vega: “Son todos esos hijos de la memoria que se nos han ido escapando, como el agua entre las manos, y que por mucho que tratemos de apretar, no conseguiremos retenerlos”.
Durante el pregón rememoré inolvidables recuerdos vividos en mi niñez en Castrojeriz: acarreos al alba, trillas con solana en las eras, parvas de grano, veldas de titos y garbanzos. Recuerdos del pajar, de las cuadras y corrales, de ver sacar la miel de los panales, de las matanzas del cochino, de la degustación de asadura e hígado, calduchos, jijas, morcillas y chorizos; de los sabrosos cocidos con relleno, las sopas en puchero con rica costra, elaboradas en la hornacha de la trébede; de lo bien que se estaba en invierno en el comedor al calor de la gloria. Recuerdos de mis paseos en burro hasta el majuelo de mi abuelo, de ir a llenar el jarro a la bodega, de pescar cangrejos con mi tía Pilar, y esconder el fardel cuando venía el guarda.
Recuerdos de mis años de infancia, de mi época de párvulo en la Escuela de San Juan, en la antigua Casa de los Gutiérrez Barona, y después en infantil en la escuela de mi barrio, el antiguo Palacio de los Condes de Castro, dos colegios que en la Edad Media tuvieron el honor de ser palacios. Salí de la escuela y de Castrojeriz con cinco años, y volví a la misma escuela con diez, porque quiso mi madre que mi hermano naciese también aquí; y en el mes de mayo de 1966, desde un pueblo de Valladolid, vino mi madre a parir a casa de su madre.
Gastronomía de altos vuelos, en la que nunca faltó un buen lechazo, que encargaba mi tío Félix a su amigo el pastor. Tampoco faltó la ensaladilla, ni las morcillas de Burgos, ni los callos; ni los cangrejos pescados por mi padre; ni melones y sandías procedentes de Palencia. Tras la comida se organizaban las partidas de mus, las mujeres jugaban al cinquillo, y yo aprovechaba para recorrer Castrojeriz en toda su extensión. Volvía a patear mi pueblo con entrañables recuerdos al paso por la casa de mis tíos Luis y Pilar, por la iglesia de Santo Domingo, por la casa de mis padres en el Arco de la Sardina, y el gallinero haciendo tapia con la Puerta del Monte. Tras recorrer este bello parque subía a la plaza mayor, después al castillo, y bajaba a la iglesia de San Juan, para pasar por la casa de mi abuelo Aniceto, y caminaba hasta la famosa cuesta de Mostelares, y disfrutaba de su magia cuando alcanzaba el páramo.
Recordé en mi pregón la desaparición de viejos y añorados bares, como el Bar Francés, frente al Mesón de Castrojeriz, el Bar Carlos, al lado de la Puerta del Monte, el de Esturnio, en la Plaza Mayor junto al Casino, y el Bar Terraza frente a la Sindical, además de la tienda de Ultramarinos de Moratinos, la tienda de Electrodomésticos Yagüez, y la de bicicletas de Lolo, al lado de la fragua de Marcial y Cristino. Tampoco me olvidé de la pintada, ¡¡VIVAN LOS QUINTOS DEL 65!!, que figuró durante muchos años en lo más alto del desaparecido frontón de la Puerta del Monte.
No olvidé en mi pregón mencionar a los establecimientos y negocios que dan vida al pueblo, a los hosteleros, comerciantes y empresarios, de las tiendas, la farmacia, los magníficos bares, mesones, restaurantes y tabernas, en los que bien merece reposar y repostar, y gozar de sus tapas y fogones. Todos ellos son parte fundamental en la explotación del potencial turístico que genera el Camino de Santiago. En Castrojeriz el peregrino, el visitante, o el turista se encuentra con una amplia oferta de establecimientos, gracias al potencial de la Ruta Jacobea.
Finalicé mi discurso con unas palabras de reconocimiento a todos los vecinos de Castrojeriz, quienes viven en mi pueblo y lo mantienen vivo, aquellos sin cuyo esfuerzo, esta villa no estaría en pie, y mucho menos sin el asentamiento de los jóvenes castreños, futuro de la villa.
Mi aplauso y reconocimiento para todos ellos.
Ver también del mismo autor:
Castrojeriz, hito del Camino de Santiago
©CURIOSÓN
18 comentarios:
Imagino lo feliz que te sentirías ese día, histórico para ti. Has hecho sentirme como en casa, recorriendo tu pueblo con todos tus recuerdos. ¿Para cuándo lo de Hijo predilecto, con calle incluida, al menos a tu saga? Felicidades y un abrazo
Bonito homenaje a tu familia y a tu pueblo, no hay que olvidar nunca de donde venimos aunque en estos tiempos no sabemos muy bien hacia donde vamos.
Enhorabuena, Alfonso, por haber tenido la oportunidad de ofrecer a tus paisanos este homenaje, recordando y poniendo en valor la vida y las costumbres de la gente de tu pueblo, ya que es necesario que estas cosas no se olviden. Y también enhorabuena por haberme despertado las ganas de conocer Castrojeriz
Escelente discurso. Me agrada mucho los recuerdos que recordaste. Me viene a la memoria los que viví en Melgar de Yuso. Un fuerte abrazo y sigue escribiendo así.
¡Que bonito rememorar nuestro tiempo pasado Alfonso!
Hoy la gente no valora nada, ya se darán cuenta....
�������� Como dicen en Castrojeriz, es de bien nacido ser agradecido. Tú lo eres, además, juglar de la semántica. Un abrazo amigo
Fue un día inolvidable, amigo Julián, con mi padre presente y muy emocionado, porque siempre fue mi primer fan. No podía faltar mi señora, hijos y nueras, además de mi hermano, y cuñados, sobrinos con sus parejas, tíos, primos y muchos amigos que vinieron de Palencia a arroparme. Me acordé de lo orgullosas que hubieran estado mi madre, y mi hermana, tristemente fallecidas.
Algún día Julián me gustaría pasear contigo y Froilán por Castrojeriz, en unos días lo visitaré con dos amigos, será la primera vez que vaya este año. Volveré a recordar tantos y tantos años y vivencias.
Joder que cabeza tienes, teacuerdas de todo. Creo que ya conozco tu pueblo de arriba a abajo. He pasado un rato estupendo. Como siempre cuenta con mi admiración.
Un abrazo ��.
Aún no conozco Castrojeriz y tengo ganas de hacerlo pq es una bonita villa y ha dado buenos frutos, como dicen en mi pueblo " Para muestra vale un botón".
Amigo Jesús, este día permanece inalterable en mi memoria, y quería que mi pregón no se perdiese en el tiempo, custodiado en este Blog, podré verlo, disfrutarlo y leerlo cuando quiera. Recuerdos de mis orígenes, aunque como bien dices en los tiempos que corren quien sabe a donde vamos.
De bien nacidos es ser agradecidos, y honrar al lugar donde naciste, es de bien nacidos.
Buenos días.
La verdad eres un fenómeno escribiendo y vives el pasado como si fuera ahora mismo. He disfrutado con tu relato y ahora se más cosas de ti y de tu familia, aquellos tiempos eran otra cosa en Castrojeriz y en cualquier lado y la suerte de tener dos tíos que cocinaban tan bien el lechazo y el bacalao al pin pin. Gracias Alfonso por estos relatos tan interesantes.
Gracias amigo José Ignacio, tu conociste a mi padre, conoces a mi hermano, y has tenido conmigo una grata relación, cuando hemos trabajado en la misma casa, en la que hemos terminado siendo amigos.
Valoro lo que me dices, y es para mi un placer leer tu comentario, y saber que tienes intención de visitar Castrojeriz, no te defraudará. Te puedes acoplar a la visita que haré, tal vez en abril, con Jesús y Cecilio, a la que también se podía incorporar Javier.
Hoy Alfonso nos vuelve a recordar ese gran pueblo medieval que es Castrojeriz. Pero esta vez no resalta las piedras y monumentos históricos sino los sentimientos que en su infancia y juventud se despertaron, como tantos que se han vivido a lo largo de su historia.
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Muchas gracias amigo Primi. Espero que en unos días recorramos como peregrinos mi pueblo, con paradas en todos los lugares que describo, y después del amplio recorrido degustar los placeres gastronómicos de Castrojeriz.
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Qué decir de mi amiga Yoli, cántabra de Noja, que regenta y muy bien el Hostal Las Viñas, posada con encanto en la que se puede descansar y disfrutar de esa preciosa tierra, y de mi amiga Alicia, incansable viajera que pronto programará una visita a mi pueblo, y seguro que disfrutará de los lugares que describo.
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Gratificantes palabras las de mis amigos Maxi y Ramón, que coinciden en que he sido agradecido con mi pueblo, igual que las de Isaías, con quien llegue hace años a Castrojeriz en bicicleta, en aquella inolvidable y maratoniana “Quebrantahuesos Palentina”, que partió de Palencia a Sahagún, para desde Sahagún hacer un recorrido inverso del Camino de Santiago, y volver a Palencia por Astudillo.
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La verdad es para mí, Acero, todo un placer recibir este aval tuyo que me dice que has disfrutado leyendo el relato, y te he hecho recordar aquellos tiempos que “eran otra cosa en Castrojeriz y en cualquier lado”. Tuve suerte de tener muy buenos tíos, maestros que me dieron lecciones cada día.
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Es también un placer leer a mi gran amigo El Trauma, que conoce cada día mis iniciativas, mis proyectos e ilusiones, es el guía que me indica el sendero, el consejero que me anima, me da fuerza, me trasmite su bondad, me contagia y reconforta con su afecto.
Amigo Alfonso, eres un portento en la escritura, y me admira ese cerebro privilegiado que tienes para recordar tantos pasajes de tu niñez en el bonito pueblo que te vio nacer. Me encantó leer con mucha atención tu relato en Curiosón, que me ha divertido mucho. Me asombra tu meticuloso recuerdo de familiares, cantinas, y bares ya desaparecidos.
Cuanto me agrada que un viejo seguidor de mis escritos se siga sorprendiendo leyendo lo que escribo. Esas palabras tuyas, amigo Comandante, me animan, me ayudan, levantan mi autoestima, y me dan fuerza para seguir contando cosas.
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