No conozco a Marcelino García Velasco. El wasapeo diario con su esposa, Carmen Arroyo, que firma también en estas páginas, me ha ido llevando hacia su casa, hacia sus vidas; hacia el pasado de todos, donde vuelven por momentos rostros y escenas que nos ayudaron a valorar la vida.
El 23 de febrero de 1963, Carmen conoció a Marcelino, que venía de otra relación a la que estuvo atado por las lágrimas, que no por el amor, de ahí “Tristeza, amor acaso” y “Ebriedad de tristeza”. En sus versos, el poeta palentino y universal ya va dejando el manifiesto de su desamor. Un drama que sirvió de lectura a su gran amigo, el gran poeta de Mazariegos, José María Fernández Nieto. “En cuanto Marcelino le comunicó que se había enamorado se desplazó en su 600 verde para conocerme.”-cuenta Carmen. Toda su familia se había trasladado a La Coruña. Cuando les contó que se había echado novio, su padre, alarmado, la llevó hasta Finisterre, la costa de la muerte, intuyendo que con aquel paseo se le iba a quitar de la cabeza Marcelino. “Pensaron en casa que, como había tenido otra novia y la dejó por mí, me iba a engañar”. Pero Carmen espera y confía en aquel galán que invade sus 20 años. Y llega a su vida y se queda para siempre. El 21 de agosto del 64 se dan el sí en la iglesia de Santiago de Valladolid, asistiendo como invitados tres grandes poetas: su gran amigo y compañero José María, Juan José Cuadros y Manolo Carrión.
En “Memoria del mirar”, libro al cuidado de la Fundación Jorge Guillén, escribe Marcelino:
de mis ojos, que es tarde y hace frío
en lo oscuro del pecho.
O aquel otro:
"Y siempre nos sorprende la palabra
desnudos frente al mar de los deseos".
O como aquel que explica el conocimiento de otras tierras.
Y como aquel que, joven, deja un día
el aire de su tierra
y sale a conocer campos de luz
extraños a sus ojos...
El maestro sentía
correr los ríos hacia el mar.
No se atrevió a decir cómo los hombres
dejaban su meseta, sus pupitres
de sueños persiguiendo
otras escuelas más allá del hambre
y mucho más allá de la inocencia:
ventanales a extraños horizontes
sobre otras cuestas salvadoras.
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