El obispo argentino enamorado, destituido a los pocos días de descubrirse su relación con una mujer divorciada.
La mujer es mala, encarna la perdición, os hace pecar, tentó a Adán con la manzana y perdimos el Paraíso, solo la Virgen María es pura porque es madre de Dios. Después de escuchar esta cantinela en sus diversas versiones y formatos durante un día y otro día año tras año en los seminarios, no me extraña que algunos clérigos digan tantas barbaridades, y otros muchos que las callan porque no es correcto verbalizarlas. Bajo esas premisas la condena de la mujer está escrita de antemano.
En realidad son pocas las voces incoherentes que lanzan proclamas extemporáneas y provocan más bien risa que rabia, aunque nunca se sabe el daño que a larga puede hacer el talibanismo religioso cuando se pone machacante y proliferan las mentes obtusas que se dejan embaucar. Veamos ejemplos: “Hay que quitar el voto a las mujeres porque hacen lo que quieren y piensan por su cuenta”, Monseñor Reig Pla, obispo de Alcalá de Henares, y añade “el feminismo es un proceso de deconstrucción de la persona”. Por su parte, Demetrio Fernández, obispo de Córdoba, asegura que “La mujer tiene una aportación específica, dar calor al hogar“ y que “cuanto más varón sea el varón, mejor”. Si de la libre maternidad se trata ambos se ceban como fieras rabiosas, el primero asegura que “La libertad de la mujer se corrompe con el derecho a decidir” y califica el aborto de “holocausto silencioso”, el segundo remata que “la fecundación in vitro es un aquelarre químico”. El divino de Alcalá, al que tiene inquieto el asunto de la entrepierna, resucita la monserga de llegar virgen al matrimonio y ante la realidad de la inexistencia de vírgenes a tal fin ha ideado cinco pasos para recuperar la virginidad. ¡Olé, olé!
Pero a estos caritativos tolerantes no les molestan solo las mujeres también los homosexuales les quitan el sueño y además se les unen el obispo de Getafe y otro de Ciudad Real, esta fiesta contra las libertades y derechos personales se va animando. Al írseles los feligreses como el agua en una cesta llaman la atención de la carcundia que es lo que les queda. Hablan de respeto y no respetan, sermonean la caridad y la piedad pero envidian a sus ocho mil colegas emparejados que tienen un hogar y comparten su vida sentimental al calor de otro ser humano.
Imagen: protestantedigital.com
Historias para la prensa de Elisa Docio
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