El 7 de Mayo de 2014 muere la Psicóloga Violeta Guarido en el Centro San Juan de Dios de Palencia por las heridas que le causa una de las enfermas, lo que motiva la reflexión de Aduriz en su columna de Diario Palentino, que ahora tenemos la suerte de compartir aquí.
Violeta, joven psicóloga a quien conocí porque había participado varios años en los CURSUS que el Seminario del Campo Freudiano y la Universidad de Valladolid impartimos en Casa Junco los últimos años, no pudo recoger su Diploma. No se lo pude entregar. Pero su interés por el psicoanálisis y por seguir aprendiendo para ayudar a los que sufren lo recordaremos siempre.
Fernando Martín Aduriz
Psicoanalista. Coordinador del SCF en Castilla y León.
Mayo de 2014
Escribo estas rápidas líneas conmocionado por la triste noticia del fallecimiento de nuestra colega Violeta Guarido. Joven psicóloga, de 29 años, había asistido a los CURSUS que el SCF de Castilla y León organizamos conjuntamente con la Universidad de Valladolid en Casa Junco (Palencia), y el último “Psicopatología de la vida cotidiana” había sido clausurado el mes pasado. Violeta no había podido acudir y tenía en mi consulta su Diploma para entregárselo estos días, pero ahora ya no será posible.
En nuestra profesión a veces ocurren cosas así, un paciente más próximo a la certeza que a la duda ha segado la vida de un clínico, cuyo horizonte es la ayuda, la compañía, la tarea de secretario del alienado, por usar una expresión de Lacan. Esa función de escriba, de testigo de sus dichos, de soporte a sus inseguridades, de guía en sus devaneos, de testigo de sus juegos psicóticos la efectuamos sin más brújula que nuestro acervo teórico y nuestra mejor actitud, variable con cada sujeto. Y portando nuestro cuerpo.
Desconozco aún toda la intrahistoria del luctuoso suceso, pero al saber que la paciente permanece en estos momentos detenida en Comisaría me indica lo importante de atribuir la responsabilidad al loco en tanto sujeto responsable de sus actos.
Nazcan de donde nazcan, los motivos del crimen paranoico no eluden el punto de responsabilidad subjetiva, sino que al contrario tienen un sujeto que puede responder. Que debe responder.
Ernst Wagner se encolerizó con su psiquiatra, Robert Gaupp, tras dictaminar en 1913, que era irresponsable de los múltiples asesinatos cometidos por el loco maestro de escuela alemán, quien se negó en redondo a ser considerado enfermo mental y a permitir hacer responsable a su locura de sus actos criminales. Manifestó: “Yo declaro que asumo por entero la responsabilidad prevista en el Código penal y que me siento plenamente responsable”[1].
Borrar toda huella de subjetividad en los locos, -como solemos hacer alegremente cuando no les damos la palabra- únicamente puede llevarnos a la deshumanización. Y Pinel ya abrió la historia en su día para que todos nosotros, psicólogos como Violeta Guarido, pudiéramos conversar con quienes se plantan en el campo de las certezas delirantes –“el otro me quiere perjudicar”- y no se avienen con facilidad a dudar.
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[1] Ver Álvarez, J. Mª, “Sobre el caso Wagner”, en El Caso Wagner, Asoc. Esp. de Neuropsiquiatría, Madrid, 1998.
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