Con lepra en la garganta,
he oído
el canto de los ruiseñores.
Era el incendio
en la cueva del ausente
hacia atrás, golpeándome.
Tajos, franjas, cenizas
sobre el limo.
¿Y quién no deja dormir
en mármoles finales
el suicidio del cuervo?
Gira el teatro
arañando la sangre
sin olvidar apenas
el esplendor litúrgico.
Devueltos, al fin,
blancos portones
devolviendo el soplo,
latiendo clausura.
Para pintarla borra de las mias
mas cuando hace frío
y aúlla en la carne.
¿Qué? ¿Quién?
Con lepra en la garganta.
He oído.
Barniz donde se pierde
el despojo,
la insistencia y el crimen.
¡Vuelvan, vuelvan los iluminados!
Será aún el pródigo
amanecer
que imanta las horas.
Sobrenada este declive.
Magnético rayo
escalando el vacío-irrefragable
nacimiento-hasta el vacío.
Según las caras de la esfinge,
tallarán nuestra cara.
Pero ella misma agrieta
los reflejos.
Heredad vista de cerca.
¿De un solo golpe,la ilusión?
Los clavos en la sangre.
A despertar.
A combatir.
A encender perpetuamente.
Luz que diluvia.
Rebélense los huesos del milagro.
©Manuel Lozano
Victoria, Abadía del Niño Dios, 15-18/VI/2001
* Prohibida la reproducción sin autorización previa del autor. Derechos reservados.
@Revista Pernía, nueva época, Octubre 2015. Edita y Dirige, Froilán de Lózar
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Cuaderno de Manuel Lozano en nuestra revista Pernía
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