A trompicones va la vida de cada cual, y a trompicones la Historia de la humanidad.
El buen vivir anda danzando de un escenario a otro, no sabe dónde quedarse y a quiénes llevarse por delante. Las noticias se pisan los talones unas a otras; no hay sequía informativa, apenas dan las horas para atender tantas novedades.
Elisa Docio
Cada suceso es una pequeña célula de algo viejo que muere y algo que nace. Los sistemas políticos también envejecen. Las democracias son más vulnerables que las dictaduras, y enferman cuando los gobernantes se olvidan de los poderdantes, cuando la ambición no frena ante ninguna ética. Vivimos un auténtico espectáculo de escándalo y no nos damos cuenta, ya cansados y remisos.
Escuchamos palabras en bocas que nunca imaginamos; los rostros y los mensajes se confunden y se intercambian, no distinguimos quién es quién. Para los creyentes ciegos en su ideología se abren abismos de incomprensión. ¿Por qué hemos dicho eso? ¿Es Monedero comparable a Bárcenas, y Podemos al PP? Hasta hay quien osa asegurar que muchos jóvenes son del PP, aunque no lo saben; y recordamos aquello de “crees en Dios, aunque no lo sepas”.
El bipartidismo se va a pique y los nuevos profetas saltan sobre ascuas ardiendo. La vieja Europa es relegada por las sacrificadas potencias geopolíticas que consiguen descollar a base de duro trabajo, pero el diablo no descansa, el Capitalismo solo ve ganancias inmediatas, aunque desaparezca el mundo mañana, aunque millones de humanos sufran y mueran miserablemente, solo cuentan los resultados bursátiles. Las macro empresas se fusionan comadreando para estafarnos. El gobierno del PP mociona en favor de Telefónica para atracarnos aún más y eliminar competidores. La Justicia es maltratada con ignominiosas presiones, pucherazos, fatuos nombramientos, y recortes.
Un Papa revoluciona la multinacional más poderosa y antigua bajo la mirada contrita de muchos clérigos convencidos de que lo estaban haciendo conforme a cánones. El Arzobispo Cañizares se acuerda de los pobres y quiere vender patrimonio eclesiástico, lo tiene mucho más fácil: que la Iglesia pague el IBI y así puede devolver a los españoles lo que les pertenece, la sanidad, la educación, la vivienda y el alimento mermados porque los fondos comunes se han ido a paraísos fiscales propios e interiores con la bendición de Dios y de los políticos que vamos arrastrando.
Apasionante y temible, el tiempo que nos ha tocado en la rifa.
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