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Peregrino de recuerdos



Peregrino de recuerdos_Julio Cesar Izquierdo


Tiburcio avanzaba, sabiendo que el pasado era su cómplice inherente. 


LOS SÁBADOS AL SOL

Julio César Izquierdo







«El tiempo no cura nada, solo nos enseña a convivir con el dolor,« meditaba, mientras sus pasos le llevaban hacia el horizonte de los altozanos. Porque en cada amanecer encontraba la promesa de un nuevo día y, aunque el ayer nunca volvería, su esencia estaría por siempre en su memoria. «A veces, lo vivido es difícil de recordar, pero es imposible de olvidar», pensaba. Y así, con cada corriente, honraba su impronta, sabiendo que aquello que fue, siempre sería parte de su yo. Porque, en el crepúsculo de su existencia, encontraba consuelo en saber que el pretérito era un tesoro guardado en el cofre de su corazón, repleto también de vísceras. Por ello y sin más, caminaba por las calles empedradas del viejo pueblo, sumido en las ensoñaciones de tiempos remotos. «El pasado es un prólogo,« se decía, recordando la frase de Shakespeare, mientras las consonantes rebosaban en su mente como una melodía ajada. Y las casas, con fachadas desgastadas, esconden secretos de épocas borradas, se repetía para sus adentros. Un paso más. ¿Será el último? A cada rincón que llegaba, se encontraba con vestigios del ayer, evocando a Proust: «El verdadero paraíso es el paraíso perdido». Vivimos en lo lejano porque el presente se nos escapa como arena entre los dedos, reflexionaba para sí. Y puede que su memoria, como la del resto, se llenara de sombras para seguir buscando la luz. Se va haciendo la tarde en su cuajo vital. Hay que volver, se imploraba, dejando que su alma de poeta frustrado volviera a fluir. Como si nada. «El amor es la única cosa que trasciende el tiempo y el espacio». De este modo, tan particular, se tomaba el pulso. Sabía que, con cada latido, podía sentir la apariencia de aquellos que ya no están. Y una vez más, como siempre, se impregnaba con la pátina de los grandes, haciendo suyas las enmiendas de Jorge Manrique: «Nuestras vidas son los ríos que van a dar en la mar, que es el morir.» Y con esta sabiduría, Tiburcio comprendía que las remembranzas son como esos caudales que fluyen eternamente hacia el vasto océano de la reminiscencia. Así, en cada pisada, entrelazaba andanzas que tejían telas de paloteo y chimeneas.

Actualización: Jul2025 | 150👀

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