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De Sandoval a Gradefes
A últimos de abril vivimos una jornada estupenda en Villaverde de Sandoval, un municipio leonés de Mansilla Mayor, donde hablamos con el alcalde y, aunque no era día de visita, nos abrió la iglesia que hace de parroquia, donde naves, pilares, bóvedas y capiteles corresponden al arte románico cisterciense. La cabecera, el crucero y el primer tramo de las naves se levantan en un tardorrománico, de transición al gótico.
En el siglo XV se añaden nuevos tramos y en el XVII se lleva a cabo la elevación de la espadaña de campanas. Este conjunto fue declarado Monumento Histórico-Artístico el 3 de junio de 1931. La historia se inicia cuando Alfonso VII, rey de León y emperador de Hispania entre 1126 y 1157 dona a su mayordomo, Ponce de Minerva, unos terrenos en el lugar de Sotnoval, cerca de la confluencia de los ríos Porma y Esla, lo que posteriormente dio origen al término de Villaverde de Sandoval, municipio de Mansilla Mayor, a 20 kilómetros de León. Los Condes, de acuerdo con sus hijos, se lo donan en 1167 al abad Diego Martínez, del Monasterio vallisoletano de Santa Espina, con el fin de construir allí un monasterio cisterciense. No solo se construye, sino que llegará a igualar en importancia al de la corporación que viene a ocuparlo desde Valladolid. Después de varias ampliaciones y reformas el monasterio es abandonado en 1835 con la desamortización, aunque la iglesia seguirá cumpliendo su misión de parroquia. Del anecdotario de Villaverde de Sandoval sorprende cómo fue sofocado el incendio que amenazaba con devorarlo todo en 1592. Dicen que fueron decisivas las plegarias de un monje que invocó a San Bernardo y San Benito; que el órgano construido por Pedro Liborno de Echevarría en 1749 se lo llevaron a la iglesia de Santa Marina la Real de León y que su biblioteca fue trasladada al Archivo de San Isidoro de León, a la biblioteca de San Marcos y, seguramente, al Archivo Diocesano.
El día no podía depararnos más sorpresas. El viaje proseguirá hacia Gradefes, donde se localiza la iglesia de San Miguel de Escalada, construida en el siglo X por monjes cordobeses que huyen de la invasión islámica. Otra de las sorpresas es que la primavera descuella con fuerza inusitada y concluidas las visitas y las fotos, toca reponer fuerzas en el restaurante La Curiosa, en Mansilla de las Mulas, que no puede atendernos por un apagón que afecta a toda España.

LA MADEJA
Cada viernes en la tercera de Diario Palentino
Aventura de alta montaña
Siempre, en nuestros años de juventud, quisimos emprender aventuras. Nuestra edad nos lo estaba demandando a cada paso y nuestro espíritu inquieto y aventurero de por sí, aportaba también su granito de arena en pos de la misma causa. Así que, aprovechando que uno de los amigos tenía una casa familiar en plena Montaña Palentina, en la localidad de San Juan de Redondo concretamente, decidimos pasar en ella los días de una Semana Santa.
Nada mejor que huir del mundanal ruido y encontrar paz y sosiego para esos días, propios, por otra parte, para la reflexión y el descanso. Todo ello, antes de que se extendiese en nuestro país el boom de las casas rurales. Aunque en nuestro caso, el descanso brillase por su ausencia, porque nuestra idea de principio era salir cada día a la montaña en pos de aventuras de cualquier tipo que se nos presentasen: esquivar, que no luchar, ante la presencia de algún oso que tuviera a bien cruzarse en nuestro camino, adentrarnos en algunas de las cuevas del lugar, ver con nuestros propios ojos la bocamina de alguna explotación de carbón de aquel sitio, emocionarnos al descubrir el nacimiento del río Pisuerga que recorre la provincia de norte a sur y que tenía allí mismo su nacimiento…, y, en general, deleitarnos con el paisaje.
Pero cualquiera de estas aventuras quedaría mermada en intensidad, ante la que decidimos emprender el último de los días de nuestra estancia en el lugar. Consistía en llegarnos andando a través de la montaña, escalando riscos y promontorios, descendiendo a valles y depresiones, hasta otro pueblo de aquel norte provincial que, según nuestros cálculos habiendo consultado un pequeño mapa de bolsillo, debía encontrarse tras aquellas montañas que teníamos al frente. Y contando sólo con aquel pequeño mapa y ciertas dosis intuitivas de alguno de los amigos. Que siempre sostuvo que la distancia más corta entre dos puntos era invariablemente la línea recta. Claro, no sé si contaba con que en nuestro caso la línea recta surcaba necesariamente valles y montañas.
Como profanos en la materia, no calculamos el tiempo que necesitábamos en tamaña aventura y, cuando estábamos en lo más alto de una de las montañas, comenzamos a notar que las horas de luz iban mermando y que muy pronto llegaría la noche. Y nosotros perdidos en medio de la montaña, sin ningún tipo de comunicación, ni artilugio susceptible de poder detectar nuestra presencia en aquel paisaje (el teléfono móvil ni siquiera se había inventado todavía).
En esos pensamientos andábamos, cuando alguien del grupo pareció divisar al fondo de una especie de valle, un pequeño chozo o refugio de montaña. Hecho el descubrimiento y comunicada a todos la buena nueva, lo celebramos con profusión y en cada uno de los rostros se nos colocó de pronto un gesto de alegría y corrimos montaña abajo a su encuentro. Y, en efecto, allí estaba el refugio, presto para poder ocuparse y ofreciéndonos a nosotros la mayor de sus prestaciones: ser nuestro cobijo para pasar la cruda noche dentro de él. Con total presteza y antes de que la noche cayese definitivamente sobre aquellos parajes, recogimos toda la leña que nos fue posible en los alrededores para poder encender un fuego en su interior y poder calentar nuestros fríos y ateridos cuerpos. Y como la noche devino fría en exceso –en los alrededores incluso se advertía la presencia de nieve helada-, y aunque el fuego continuamos avivándolo incluso durante muchas horas de la noche, el frío penetraba no obstante en el interior del refugio por todos los costados y apenas si nos dejaría conciliar el sueño algunas horas. Si larga y fría fue la noche, el amanecer, en cambio, fue espectacular en aquel valle rodeado de montañas; y hasta el sol quiso acompañarnos bien temprano para caldear un poco el ambiente. Con las luces del día y con el sol como compañero de viaje, parecía como si todo nos resultase mucho más fácil; y la intuición misma nos hizo llegar hasta lo alto de otra de las montañas desde donde se observaba ya con meridiana claridad un pueblo. ¿Sería el que íbamos buscando?. La alegría se nos plantó de nuevo en el rostro, y con ella colocada ya permanentemente en todos nosotros, llegamos al cabo de poco tiempo a un camino que nos condujo hasta las primeras casas del pueblo. Aquello era ya coser y cantar para nosotros, las calles llanas y bien asfaltadas; en tanto las chimeneas de las casas del pueblo arrojaban su humo al exterior como signo de civilización. La localidad era Brañosera.
De vez en cuando, desde sus calles mirábamos a lo alto de la montaña y hasta nos parecía imposible que hubiésemos estado allí arriba y que en medio de ella hubiésemos pasado la noche, en aquel refugio tan proverbial que la suerte misma nos puso en el camino. Ya teníamos una pequeña aventura que contar en el futuro a nuestros hijos.
Imágenes: José Luis Estalayo
Actualización May2025 | +569👀Historias cercanas
La leyenda del pico Tres Mares
En el corazón de la Montaña Palentina, donde las nubes acarician la tierra, se alza imponente el Pico Tres Mares, un lugar de una magia inusual. Allí, en su cumbre, nacen tres fuentes cuyas aguas emprenden un viaje épico hacia tres mares distintos: el Atlántico, el Cantábrico y el Mediterráneo. Esta peculiaridad geográfica no solo ha fascinado a científicos y exploradores, sino que también ha dado origen a una leyenda ancestral, transmitida de generación en generación.
Cuenta la historia que, en tiempos inmemoriales, la Montaña Palentina no era simplemente tierra y roca, sino una madre viva que daba forma al paisaje con amor y sabiduría. Un día, la montaña dio a luz a tres espíritus del agua, a quienes confió la tarea de dar vida a los ríos y mantener el equilibrio entre los valles, bosques y campos.
Los tres hermanos, Boreo, Altea y Atlanteo, crecieron fuertes y orgullosos, cada uno con un carácter muy distinto. Boreo, el mayor, era frío y firme como el viento del norte; soñaba con que las aguas corrieran hacia el Cantábrico, alimentando las tormentas y los acantilados. Altea, la hermana mediana, tenía el corazón cálido y sosegado, y deseaba que las aguas fluyeran hacia el Mediterráneo, donde las olas danzarían bajo un cielo sereno. Atlanteo, el más joven, era aventurero y soñador; quería que las corrientes se unieran al Atlántico, para perderse en la vastedad del océano sin fin.
Pronto, las diferencias entre ellos se convirtieron en una disputa. Ninguno estaba dispuesto a ceder, y la tierra comenzó a resentirse por la tensión entre los hermanos. Las montañas temblaron, los ríos se estancaron y los bosques quedaron en silencio. Alarmada, la madre montaña habló con ellos:
—Mis hijos, esta disputa está dañando nuestro hogar. Si no podéis poneros de acuerdo, tomaré una decisión por vosotros. En mi cima, nacerán tres fuentes. Cada una elegirá su camino y fluirá hacia un mar distinto. Así, todos tendréis vuestra parte en el reino de las aguas.
Los tres aceptaron, aunque no sin cierto recelo. Al amanecer, la montaña cumplió su palabra: nacieron tres manantiales cristalinos, y cada uno eligió su destino. Uno fluyó hacia el norte, alimentando los ríos que desembocarían en el Cantábrico. Otro siguió el camino del este, uniéndose al río Ebro para llegar al Mediterráneo. Y el tercero se dirigió al oeste, nutriendo al Pisuerga y, a través del Duero, encontrando el Atlántico.
La paz volvió a reinar, pero la madre montaña les advirtió:
—Mientras respetéis el equilibrio, las aguas seguirán su curso, puras y eternas. Pero si alguna vez uno de vosotros intenta reclamar más de lo que le corresponde, las fuentes se secarán y esta tierra quedará estéril.
Mi Tierra en el Corazón
Edén en Ochánduri
GRAN GUÍA TEMPLOS ROMÁNICOS
OCHÁNDURI - [LA RIOJA]
Templo de La Concepción
Perdón, pero mientras ellos están a lo suyo…, yo voy a lo mío: beber y hacer un pis.
Ochánduri es una población riojana de la comarca de Haro que, de origen vasco, se independiza en 1257 por el obispo de Calahorra. Tardorrománica de finales de XII tiene ábside semicircular de horno apuntado, nave de tres tramos.
Ábside con cuatro columnas de estribo y cinco paños que rematan en capiteles. Canecillos lo decoran .
Portada original de medio punto con arquivoltas decoradas floralmente.
Columnas con fuste acodilladas que rematan en capiteles de pájaros bebiendo en copa, hombre a caballo
Espadaña posterior
Y ventana de derrame con capiteles.
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