De poeta a poeta
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Imagen: Carmen Canduela |
CARMEN ARROYO
Carmen Arroyo es escritora. Colabora en TV Palencia, Diario Palentino y diversas revistas.
Carmen es esposa del homenajeado.
Son las 8,38 de la mañana. Subo la persiana; el cielo luce azules imprecisos, las nubes se desplazan; mantengo la mirada un par de minutos y, de pronto, ¡oh sorpresa!, percibo -como marcando un juego mágico- unos pocos, casi un puñadico de copos de nieve que escapan arrastrados por una ráfaga de viento. Luego, no sé cómo, desaparecen camino de un lugar invisible para mí.
Comprendo, entonces, el valor que encierra este libro: nos hace vibrar con las cosas que son y dejan de ser, con lo que no vale más que para despertar la emoción, con el lenguaje escondido que las habita. Con lo que nos pertenece a todos y nos iguala. Las cosas menudas -presentimos- nos buscan, sin hacer ruido ni hacerse notar. Nos esperan. Hablan para nosotros. Así siente lo menudo el poeta Tomás Sánchez Santiago: «oh! el chasquido brillante de las cáscaras, el rumor de los hilos, la pereza poderosa del corcho en el silencio terrible de la noche, consoladme de todas las miradas que me pueden» y «desde la cama, el ruido nocturno de la lluvia vuelve a hacerme pequeño».
Sí. En el silencio de la noche cualquier mínimo ruido se magnifica con nuestra imaginación; llega el miedo a lo desconocido, a lo imprevisto. Y, entonces, cuanto más pequeños y frágiles éramos, aquel gigante se adueñaba de nuestro cuerpo. Rígida, respiración entrecortada, solía apretarme hasta casi hacerme daño las manos entrelazadas. Viví -de niña- con los abuelos en la única casa alzada en la curva de la carretera del Puerto de Perales. Cuando mi abuela Natividad soplaba el candil y el olor de la mecha quemada en el aceite se extendía por la habitación podía, al fin, abrir los ojos en la oscuridad porque ella estaba a mi lado y entre sus brazos hilvanaba el mejor de los sueños.
El poeta del pueblo
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Imagen: Carmen Canduela |
Conocí personalmente a Marcelino bastante tarde, he de reconocerlo; cuando él estaba ya jubilado de su profesión de maestro –como a él le gustaba le llamasen-. Aunque como palentino, venía siguiéndole en su trayectoria poética en Palencia y su implicación en la Institución “Tello Téllez de Meneses” que sustenta y patrocina nuestra Diputación Provincial. Y fue este encuentro personal en un acto cultural en Valladolid, organizado por “Diario Palentino”, periódico en el que tanto su esposa, Carmen Arroyo, como un servidor, colaboramos semanalmente en la sección de Opinión; ella los jueves y yo los miércoles.
JOSÉ JAVIER TERÁN
Colaborador del Diario Palentino y de Curiosón, donde alimenta la sección "Historias cercanas".
Y me pareció una persona afable y sencilla, familiar en el trato y con un pozo de sabiduría que, sin duda, dan los años, pero que también tiene que ver mucho con haber cultivado a lo largo de su vida el noble arte de la literatura en sus dos facetas: prosa y poesía, plasmadas así en los libros publicados en vida por nuestro poeta. Luego, vendrían ya más encuentros en algún acto público o en la calle mismamente, y siempre bajo el signo del afecto y la cercanía.
He titulado mi aportación para este homenaje a Marcelino, “El poeta del pueblo”, como sinónimo de poeta cercano que, a través de sus versos, nos hace ver de otra forma, bajo otro prisma, muchas de las cosas que habitualmente nos rodean. Y es que Marcelino lo mismo nos puede recrear a través de sus versos, salidos siempre desde el corazón, cualquiera de los parques de Palencia, el río Carrión, las calles de la ciudad, la catedral, la iglesia de San Miguel, el Cristo del Otero…; de ahí su otra faceta de poeta urbano o de lo urbano, que me atrevo a añadir.
Unos versos que, aunque nos puedan trasladar a lo cotidiano y a las construcciones o paisajes de nuestro día a día, y que pudiera pensarse por ello que se trataría de una poesía sencilla, nada más lejos de la realidad. Pues se nota que la misma está trabajada y buscando la rima más conveniente en cada caso, que sirva para poner en valor lo que nos está relatando. Pero también, como todo poeta que de ello se precie, Marcelino cantó al amor y al desamor, a la primavera y al otoño, así como al invierno y al verano.
Pudiera decirse que Marcelino fue un cantor de lo cotidiano –incluyendo aquí al amor y al desamor, a la alegría y a la pena-; y también de lo urbano, como lugar habitado por las personas que cada día le dan vida.
En recuerdo de Marcelino
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Imagen: Carmen Canduela |
BEATRIZ QUINTANA JATO
Catedrática de literatura. Miembro de la Institución Tello Téllez de Meneses
Y respecto de la infancia, otro gran tema siempre presente, no puedo olvidar unos versos que me resultan conmovedores:
De no ser por el lienzo limpio de la infancia,
¿qué aromas recordaría el hombre?
Sólo aquel tiempo fue inmortal.
Marcelino era un hombre humilde, pero tenía esa humildad sencilla y sin afectación que caracteriza a los grandes hombres. También fue un hombre afortunado desde el día en que se cruzó en su camino la mujer que lo acompañaría durante todo el tiempo, disfrutando juntos las desdichas y las alegrías que iban encontrando a lo largo del camino. Cuando se le preguntaba por su mejor sueño, afirmaba sin dudarlo que su mejor sueño había sido conocer a Carmina... Marcelino era también un hombre bueno, que decía que le gustaría ser recordado como alguien que nunca hizo daño a sabiendas, y también era un hombre entrañable que regalaba su amistad y nos abría a los amigos las puertas de su casa (todavía recuerdo que en alguna ocasión me lo encontré pasando el aspirador y recitando a Calderón...)
Doy gracias por haber disfrutado de tantos y tantos ratos de charla, confidencias y proyectos con él, y le mando desde aquí mi recuerdo teñido de nostalgia....
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