Bajo el cielo protector
A Fernando Zamora
No/ nunca/ volverás/ tus palabras/ son/ nieve
Nueve espejos para la Reina
Y, sin embargo, amigo, no me resigno a la nada. Es preciso que vuelvas a la palabra compartida, a la belleza efímera del ocaso en la tarde, a la sabiduría de uno cualquiera de tus versos que deja su impronta entre las capas del corazón. Muéstranos la inaccesible nitidez de una mínima línea en tu pintura que nos lleva a sumergirnos en el mar de Castilla y en las bodegas de Torquemada que, una tarde de ascua y fuego, quisiste iluminar para tu amigo Marcelino en este hermoso cuadro que hoy contemplo, mientras admiro la perfección que avala cada una de tus facetas artísticas.
Y me vienen a la memoria los versos de otro amigo, Juan José Cuadros, que tanto te gustaban:
Niñas de Villamediana,
muchachas de Valdeolmillos,
entre el páramo y el monte
las manos se me han caído.
Regresa, Fernando. Te espera Oliva para hilar su sapientísima gracia de chistes plenos de humor e inteligencia. Te busca la mirada penetrante de Ángel Cuesta más lúcido que nunca. Te vuelve a bendecir Manolo Carrión, y la oración inagotable de Carlos Urueña te acompaña. Aquí tienes al gran maestro en poesía visual, Julián, que tanto te aprecia. Y ¡tantos amigos más!
Regresa, Fernando. Te espera Oliva para hilar su sapientísima gracia de chistes plenos de humor e inteligencia. Te busca la mirada penetrante de Ángel Cuesta más lúcido que nunca. Te vuelve a bendecir Manolo Carrión, y la oración inagotable de Carlos Urueña te acompaña. Aquí tienes al gran maestro en poesía visual, Julián, que tanto te aprecia. Y ¡tantos amigos más!
Voy a contarte algo que, quizá, tu timidez, tu exquisita sensibilidad, tu sencillez, te impidió ver: cuán grande y necesario fuiste para las personas que te quisieron. Ocurre, Fernando, que muchas te estaban agradecidas por esas generosas manos que tantas veces curaron sin darse otro valor que el de un trabajo bien hecho. Que se lo pregunten a mi querida Elena, esposa de Oliva, con quien compartí habitación y patrona. Saben de ello José María y Sari, y también yo, Fernando, porque desde mi llegada a esta hermosa tierra, me sentí acogida por todos vosotros. Y te diría, como Miguel Hernández, que entre todos, buen amigo, tenemos que hablar de muchas cosas, compañero del alma, compañero, bajo el cielo protector que hoy nos acoge, vivos y muertos.
Actualización Jun2025 | 199👀
Sentir de la palabra