GRAN GUÍA TEMPLOS ROMÁNICOS
Templo de Santa María
Esta vez era yo el interesado. Había oído hablar de un cantero ilerdense del siglo XIII que se sentía tan explotado laboralmente como yo, y no me lo quería perder.
Una Semana Santa de 2016, aprovechando que algunos miembros de esta charpa de Salud y románico, entre los que se encontraba mi mascota humana, habían decidido visitar una vez más el templo de Santa María de Agramunt, decidí dejarme llevar.
Fue muy curioso enterarme de retazos de su historia entresacando conversaciones. Oía aquello de que este pueblo de la comarca leridana de Urgel, fue conquistado en 1070 por el conde Ermengol VI de Urgel, quien la convirtió en sede condal, con un importante mercado y moneda propia. A la vez, comenzó su fortificación para protegerla de los musulmanes que todavía controlaban las tierras próximas y, junto al castillo y en su parte opuesta, un templo de planta basilical sin crucero, de tres ábsides semicirculares cubiertos con bóveda de cuarto de esfera dedicado a Santa María, y cuyos ábsides se integraban en la propia muralla defensiva de la villa dentro del recinto amurallado y en la que se estableció el privilegio de Pau i Treva de Déu para todo el territorio agramuntino y el de celebrar tribunal de justicia en su fachada. En 1163, Ermengol VII concedió a la villa una Carta de Población propia, con una serie de privilegios que le permitieron su expansión y desarrollo posterior. Así, en los siglos siguientes tendría un importante barrio judío y una floreciente actividad artesanal y comercial que fomentó la constitución de importantes gremios, uno de los cuales - el de los tejedores-
acabarían subvencionando su impresionante fachada occidental.
Ellos discutían sobre las curiosas escenas de los capiteles de la nave del Evangelio con animales monstruosos entrelazados, la inédita representación de una Epifanía en la fachada occidental donde el Rey Melchor aparece destocándose la corona real en reconocimiento del Nuevo Rey de Reyes, el magnífico elefante portador del castillo....
Pero lo que yo quería ver para reforzar mi conciencia proletaria oprimida, todos lo pasaron por alto. Y es que..., no tendrán su conciencia empresarial muy tranquila porque aunque la inscripción de este ábaco no esté escrito ni en latín ni en castellano antiguo, expresa un peculiar y resignado "me fecit" bajo un inédito y único claro idioma catalán, pues el grito del cantero explotado está muy claro: " A SASTRE ME FÉU PICAR".
Mientras lo leía, hasta llegué a consolarme de que, al menos, había tenido suerte de que mi dueño de adopción fuera de otro gremio.
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