Pero esta vez, deseo referirme a una porción de este amor gigante que somos todos. Quisiera hablar del amor conyugal o de pareja.
Dice la leyenda, que el hipocampo conoce a su pareja y no la abandona durante el resto de sus días. Su fidelidad, incluso a veces, lo impulsa a dejarse morir si algo le sucediera a su compañera. No sé, es sólo una leyenda, proveniente quizás del aspecto monogámico de la genética de estos animalitos. Pero no puedo negar que a mí me gusta y a veces me entretengo pensando que esto pueda ser verdad.
Quedan todavía algunas parejas humanas que se comportan de forma similar, pero son muy pocas, cada vez menos. No intento decir que así debiera ser, porque no pienso que una persona deba dejarse morir porque el ser amado se haya ido primero.
Sin embargo, me llama la atención observar el deterioro constante y en evolución que viene sufriendo esta institución en los últimos cincuenta años.
Realizando un análisis con los precarios elementos que poseo, estos son: la observación, el pensamiento y la deducción a lo largo de los años, intuyo que de la misma manera que no nacemos sabiendo ser padres, y llegado ese momento debemos afrontar los errores por más involuntarios que estos sean, tampoco lo hacemos sabiendo amar a nuestra pareja. La potencialidad la poseemos pero nos falta saber dirigirla. Es por ello, considero, por lo que en las pasadas décadas, carentes de parte de los problemas que debe enfrentar el individuo hoy día, resultaba más sencillo festejar las bodas de plata, de oro, o aún superarlas en los casos en que la buena salud de la pareja los acompañase. Que una casa no se caiga no siempre significa que esté bien construida. A veces se da, que ha tenido la suerte de no ser nunca azotada por ninguna tempestad.
Las expresiones "mi" mujer o "mi" marido, señora "de"..., delatan el aspecto psicológico de una sociedad que atribuye equivocadamente el carácter de "pertenencia" de uno a otro en la constitución de la pareja. Una pareja que se ama no se pertenece sino que comparte lo que a ambos satisface compartir, reservándose cada uno de ellos, la independencia necesaria que vendrá a reforzar el autoreconocimiento de su propia individualidad desde la cual podrán ayudarse mutuamente según sus necesidades e incluso brindar ayuda a los demás. Todo ello, desde la propia independencia e individualidad que les permita a cada uno cerrar un círculo de amor, no más importante pero sí más amplio, que partirá del ser que cada uno de ellos es, como entidad embrionaria que deberá sentirse antes satisfecha, para luego poder satisfacer.
Feliz lectura, feliz vida.
Imagen: @De Pumar59
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