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Blas de Otero

Con Blas de Otero irrumpe la poesía social en el panorama literario de posguerra


En los años 40 y principios de los 50, destacan los tonos religiosos en la poesía española, así como también una gran influencia de Antonio Machado y Miguel Hernández. 



Suele llamarse “Generación escindida” al grupo de poetas que escriben por estos años, nacidos en torno a 1910, ya que una parte importante de ellos continuaron su obra en el exilio; y los que se quedan en España se orientarán por distintos caminos que Dámaso Alonso denominó “Poesía arraigada” y “Poesía desarraigada”.

Por un lado, un grupo de poetas autodenominado “Juventud creadora”, vuelven los ojos al Renacimiento, la época de mayor esplendor, y los cierran a la realidad que les rodeaba. La revista “Garcilaso”, fundada por José García Nieto en 1943, fue el vehículo del nuevo proyecto estetizante. Salieron de la guerra con un afán de claridad, de perfección, de orden, y su visión del mundo coherente y serena se expresaba en estrofas clásicas.

Pero otro grupo numeroso de poetas interpretará aquel formalismo como deserción de sus obligaciones ante una realidad terrible.

La aparición en 1944 de “Hijos de la ira”, de Dámaso Alonso, fue como una llamada que aglutinó a todos estos poetas. Sus palabras son reveladoras: “Para nosotros el mundo es un caos y una angustia, y la poesía una frenética búsqueda de ordenación y de ancla...nosotros estamos muy lejos de toda armonía y de toda serenidad”.

También en 1944 surgía en León otra revista, “Espadaña”, fundada por Eugenio de Nora y Victoriano Crémer entre otros, que defiende una poesía que no interpreta el mundo como un todo armonioso y sereno sino como angustia, y tiene un tono exasperado de protesta y elegía con un lenguaje potente y desgarrado que encuentra en el verso libre su vehículo de expresión.

La religiosidad está presente en estos poetas, pero adopta en ellos un tono de desesperanza y de duda, con un claro matiz de tono existencial.

Hacia 1955, y con una clara influencia de ambos, se consolida el Realismo Social con dos obras: “Pido la paz y la palabra”, dee Blas de Otero, y “Cantos iberos”, de Gabriel Celaya.

Sus versos no se limitarán ya a ser “hijos de la ira”, sino que brotarán con una marcada intención de denuncia contra la injusticia que encuentran; quieren ser el detonante que haga saltar la indignación del lector.

Más que de un movimiento literario se trata de una interpretación de la poesía.
"El poeta es ante todo un hombre, y éste no puede ser neutral. La poesía debe tomar partido hasta marcharse" -dirá Celaya, para el que "La poesía es un instrumento para transformar el mundo".

Su obra va dirigida “a la inmensa mayoría” , y desean ante todo llegar al pueblo. Su lenguaje es claro (“Escribo como respiro”, “Escribo como escupo”, dirá Blas de Otero).

Reconocen que no los lee la mayoría, pues la mayoría nunca leyó, y mucho menos poesía. Será necesario el disco y el recital para que su obra llegue a un auditorio más amplio.

En este breve recuerdo de aquellos poetas, además de las palabras combativas de Celaya es necesario recordar a Blas de Otero, al poeta que “plantó palabras vivas”, que clamó por la paz y la palabra y escribió versos que todos hacemos nuestros:

“Si he perdido la vida, el tiempo, todo
lo que tiré como un anillo al agua,
si he perdido la voz en la maleza,
me queda la palabra”.

Y cuya obra perdurará, pues él dijo:

“Si me muero, que sepan que he vivido
luchando por la vida y por la paz.
Si me muero, que no me muera antes
de abriros el balcón de par en par”.



Autores de Nuestra Historia
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