- Recuperamos los primeros capítulos de esta curiosa y paciente investigación, que no encontró editor.
- Me parece un trabajo serio, que recuerda las penalidades y las historias de quienes se embarcaron para América.
José María González-Cotera GuerraMarzo, 2005
Notas previas
A mis antepasados indianos.
Capítulo de agradecimientos.
Muchas son las personas que deberían figurar en este recordatorio. Son las que han sufrido con mi trabajo, que han sido sacrificadas para que fuera posible; son también las que me han ayudado y animado en mi labor y la han facilitado. En primer lugar mi familia que nunca dudó de que llegaría a terminar este libro, aunque tampoco pudieron imaginar que la espera durara tanto. Ana ha sido la principal víctima de esta aventura: para ella va mi primer y mayor agradecimiento; siguen luego mis hijos y mis nietos, a los que he hurtado tiempo y dedicación. Vienen después los que me han animado y los colaboradores. Manuel Estrada Sánchez, mi sobrino, que me avaló y presentó en el AGI; Raúl Linares Araya, mi primo lejano, que desde el primer día me sostuvo con sus sabios consejos; Tomás Pérez Vejo, que me transmitió su pasión por lo hispano; José Antonio Benito Rodríguez, que me dio noticias de los peruleros lebaniegos. He de añadir aquí a Consuelo Soldevilla, de quien recibí sabios consejos de experta en la materia. Un reconocimiento muy especial he de dedicar a otro sobrino, sabio informático: Pablo Noriega. He de mencionar a Fray José María Alonso del Val, Vicepresidente del Centro de Estudios Montañeses; desde el momento en que leyó este trabajo se convirtió en mi procurador ante el Centro. Si no ha podido publicarse en él, no ha sido por falta de su firme apoyo; otros imponderables lo han impedido. En este nutrido grupo dejo para el final a Javier de la Cueva, sobrino también. Sin él no hubiera podido abordar la estructuración del texto, la elaboración de los índices que en trabajos de investigación de fuentes documentales, como es este libro, son absolutamente imprescindibles, ni, lo más importante, la edición del mismo. Capítulo aparte merece el Archivo General de Indias. Si grande es su importancia e inmensos los tesoros documentales que encierra, no es menor el calor humano con que acoge a los investigadores que como yo se acercan a él sin más crédito que su voluntad. La profesionalidad de todo su personal facultativo y laboral es admirable, y su paciencia franciscana. En la impo- sibilidad de citarlos a todos quiero personalizar mi agradecimiento en Pilar Lázaro de la Escosura, su Secretaria, y en Jesús Camargo Mendoza, Guillermo Pastor Núñez, Rafaela González y Estrella Solís; en ellos he encontrado estos años una valiosísima ayuda.
Advertencias preliminares

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