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Teoría del espejo


¿Es el Teatro un espejo de la Sociedad? Esto dicen los teóricos. ¿Es el Teatro español de ahora (1989), un espejo para la sociedad española de ahora?



Por  Manolo Bores

Difícil respuesta, porque una cosa es lo que la prensa y la crítica dicen y otra cosa es lo que en realidad se ve en los escenarios. Por lo general lo que se ve está bastante lejos de los párrafos gloriosos que sobre los espectáculos escriben algunos críticos y más lejos aún de los"eslóganes" simplistas que se escogen como publicdad. A través de éstos sí parece que el teatro es el espejo (o que pretende serlo): por medio de una ficción mas o menos imaginaria se hace una radiografía de lo humano y social en un aquí y un ahora.

Actualmente (Noviembre 1985)) hay dos obras en cartel que son dos imágenes de nuestra sociedad: Samarkanda, de Gala, y Las amargas lágrimas de Petra Von Kant, de Fassbinder. La primera es una imagen, tanto por tratar un tema actual (la homosexualidad masculina) como por hacerlo sin estridencias ni agresividad. Esta obra no resulta polemica ni escandalosa, como pretende su propia propaganda. Y eso es un reflejo de la Sociedad española, que ha evolucionado, se ha hecho más porosa, más permisiva. Pero también es un reflejo de un Teatro (el español) sin garra. Gala ha sacrificado parte de su habitual lirismo por un mayor sentido dramático; pero la obra no impacta, no es una ceremonia catártica. Y, realmente, con la primera parte hubiera bastado. Sin embargo, el público asiste y vive el espejismo de un teatro actual y profundo. Un publico que cada día vive la confusión, que va a escuchar (y no a ver) a Gala, y que aplaude con poca convicción.

Aunque con menos lo hace el público de Las amargas lágrimas. En este caso, el público, que puede ser el mismo del espectáculo anterior, parece hacerlo con ciertas connotaciones de caridad o piedad hacia el propio teatro, ya que en ningún momento el espectáculo sorprende, ni emociona, ni inquieta. Parece un teatrillo de mentiras. Todo discurre por unos cauces suaves, sedosos, excesivamente comerciales y burgueses, a pesar de que el autor sea amargo (como el título), ácido, escandaloso... 
Pero esta historia de amor entre tres mujeres se queda en agua de borrajas. Las lágrimas de Petra, una mujer que triunfa profesionalmente y fracasa en su intimidad (está divorciada y es abandonada por una joven a la que promociona como modelo y a la que ama), no provocan compasión en el público, y muy poco le hacen reflexionar sobre su propia vida.

El esfuerzo que hace Lola Herrera (Petra) se pierde en un desierto, pues su "partenaire", Victoria Vera, no ofrece en ningún momento el menor signo de intensidad ni de verdad. Es curioso, por otra parte, que el personaje más convincente sea el de la secretaria de Petra (Nuria Carresi), que apenas dice unas frases y se limita a actuar. Es un personaje que soporta la humillación y la ofesnsa por un amor lejano pero intenso, hacia su jefa, Petra Von Kant.

Son, en definitiva, dos obras parecidas, dos puestas en escena no muy diferentes, y un mismo público, excesivamente guiado o manipulado por la opinión pública, por los calificativos rimbombantes y por la simplificación a la hora de considerar el contenido y la estética de dichos espectáculos, que reflejan la confusión del público ante el espejismo del reciente auge (en el número del público que asiste a las Salas) del teatro.

Por el contrario, otras obras, sin tanta pretensión, funcionan y son más coherentes en su realización. Bajarse al Moro, de Alonso de Santos, es un espectáculo gratificante y divertido, que establece un pacto con el público (algunas situaciones son convencionales, propias del género de la comedia) y llega a integrarlo en su juego.  Y, por otra parte, sí es un reflejo (un trocito de espejo) de la juventud, de su crisis y abandono, así como de su cansancio y envejecimiento. El final de la obra es definitivo: el ideal de los jóvenes es de nuevo el matrimonio y el piso, frente a la buhardilla y al amor libre de los "marginales".

Otra obra es "La taberna fantástica", de Alfonso Sastre, una obra realista y anciana (veinte años desde su escritura). Pero, a pesar de no estar de moda esta estética, el montaje es emocionante por hacernos testigos de la realidad, por permitirnos analizarla, por mostrarnos personajes de verdad, por dejar un sabor a teatro en los labios, y por ver una interpretación tan conseguida como la que ofrece "el brujo".

El teatro español, pienso, sigue en la cuerda floja.

Revista Pernia, Marzo de 1986. Edita y Dirige: Froilán de Lózar.

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