Un triste raposo, por medio del llano,
marchaba sin piernas cual otro soldado
que perdió las suyas allá en Campo-Santos.
Un lobo le dijo: -¡Hola, buen hermano!
Diga, ¿en qué refriega quedó tan lisiado?
-¡Ay de mí!-responde- un maldito rastro
me llevó a una trampa, donde por milagro,
dejando una pierna, salí con trabajo.
Después de algún tiempo iba yo cazando
y en la trampa misma dejé pierna y rabo.
El lobo le dice: -Creíble es el caso.
Yo estoy tuerto, cojo y desorejado
por ciertos mastines guardas de un rebaño.
Soy de las montañas el lobo decano,
y como conozco las mañas de entrambos,
temo que acabemos, no digo enmendados,
sino tú en la trampa y yo en el rebaño.
¡Que el ciego apetito pueda arrastrar tanto!
A los brutos, pase, ¡pero a los humanos...!
No hay comentarios:
Publicar un comentario