Literalmente, me obligaron. Yo pretendía aconsejarles una visita al templo de esta localidad leonesa tan peculiar para que visitara su templo y su historia.
Me encontré atrapado en un cocido maragato en
Castrillo de Polvazares que no lo saltaba ni un galgo.
Parece ser que “murias” se refiere a las acumulaciones de cantos rodados que quedaron tras las labores extractivas auríferas romanas, llevadas a cabo de forma exhaustiva por todo el territorio, durante los primeros siglos de nuestra era, y que siguen visibles en el paisaje. En cuanto a su “apellido”, no hay duda de que alude a un poseedor, es un “antropónimo” referido a la leyenda local que, Rechivaldo, fue un caballero visigodo que llegó a estas tierras huyendo del avance musulmán y de las guerras fratricidas por la ocupación del trono. Aquí, entró al servicio de otro caballero y le sirvió tan bien y tan fielmente que, éste, le concedió la mano de su única hija y, por tanto, se convirtió en el heredero de su hacienda.

Cuando Don Pelayo decidió reunir a otros caballeros y lanzar una ofensiva contra los sarracenos, Rechivaldo, se presentó ante él para ofrecer sus servicios y Don Pelayo, conocedor de sus virtudes, no dudó en acogerle entre sus filas. Fue tanta la bravura y coraje con los que defendió su heredad que pasó a conocerse como “las tierras de Rechivaldo” y a convertirse en una referencia geográfica; ya que el espacio se medía “desde o hasta” los límites de los dominios de Rechivaldo.
Desdeñando leyenda, el núcleo de población se consolidó en época medieval, a partir del siglo IX, cuando el Conde Gatón repobló Astorga y tierras aledañas, tras la conquista del territorio al Islam por el Rey Ordoño I. Sin embargo, no aparece recogido documentalmente hasta el Siglo XIV como parte del feudo del marquesado de Astorga.
Sea como fuere, lo que sí es cierto es que Murias de Rechivaldo hunde sus raíces en un pasado remoto.
Tal vez milenario y, la larga historia que tiene.

Murias de Rechivaldo, posee una iglesia que es un magnífico ejemplo de la tipología constructiva de la comarca Maragata: de planta “salón (una sola nave), con espadaña de dos cuerpos y hueco para tres campanas, cabecera cuadrada y pórtico precedido por un crucero, dedicada a San Esteban.
La capilla mayor, responde tipológicamente al siglo XVI (fue contratada el 20 de agosto de 1582 a los canteros Domingo de Salas y Pedro de Cotorrio).Fue reformada en el año 1729 al tiempo que se añadía una sacristía, según consta en una inscripción que aún se conserva, lo cual costó 356 Reales y 10 Maravedíes. El resto del cuerpo debió construirse a principios del siglo XVII, como se deduce del estilo de la entrada principal, enmarcada por un arco de medio punto, bien trabajado y elegantemente moldurado, sobre el que hay una pequeña hornacina que cobija una imagen de la Virgen del Pilar.

En el interior nos encontramos como una destacada obra de arte. Merecen especial mención sus cubiertas: la capilla mayor culmina en una elegante bóveda de crucería, que denota pervivencias góticas, y la nave con bóvedas con adornos de “tarrajería” (yeso) tan sólo en dos de los tramos, los más cercanos al presbiterio ya que el maestro falleció al tiempo de estar haciéndose la obra “por cuya razón faltó echar la tarrajeria a la última bóveda”.



El templo de San Esteban, hoy, luce un retablo mayor de estilo neoclásico con adornos rococó (hecho en 1780), estructurado en dos cuerpos y ático y tres calles con hornacinas para las imágenes de En este retablo se veneran las siguientes Imágenes de San Esteban, patrono del pueblo (fines del Siglo XVII o principios del XVIII), Santa Barbara y Santa Águeda (ambas del Siglo XVIII), San Juan Bautista (siglo XVII), San Blas, (1780), en el ático del Retablo hay una pintura al óleo de la Dolorosa (finales del Siglo XVII) y un relieve de la Santísima Trinidad. En los retablos menores: Nuestra Señora del Rosario: de un cuerpo con hornacina grande, pequeño banco y ático. Columnas estriadas con angelotes y rocalla superpuestos (Siglo XVIII), encontramos las imágenes del Cordero pascual en relieve (en el Sagrario), la de Nuestra Señora del Rosario, de pie con el niño en brazos (Siglo XVII) y San José, de estilo barroco (Siglo XVIII).
El Crucificado, de estilo Barroco, con columnas Salomónicas. El fondo de la caja está pintado con Ángeles decorativos. Tiene un cuerpo y un elegante remate con los símbolos de la Pasión y cartela que dice: “año de 1733. hizieron y doraron este retablo Andres Martinez y su muger Juana Roldan”. Forman su banco unas gradas policromadas en las que se representa una calavera y se recogen las palabras de la consagración.

La talla de mayor interés es el Crucificado, de estilo Barroco (Siglo XVII). San Antonio de Padua
De dimensiones pequeñas., estructurado en un cuerpo y ático, columnas con adornos rococós. Se hizo en 1763 y se doró en 1765. Su principal imaginería son las de San Antonio de Padua (principios del Siglo XVIII)y la de San Miguel, muy delicada y elegante (Barroca del Siglo XVIII). La Concepción se hizo en 1781, al estilo Rococó. Sus tallas son la Inmaculada, copia popular de la talla de Gregorio Fernández de la Catedral de Astorga (albores del siglo XVIII), cuya policromía del rostro fue renovada, en 1751 por Simón de la Portilla, y San Roque, de factura popular (Siglo XVIII).

Una de las tradiciones más particulares es la “comida del carnero” coincidiendo con San Roque (16 de agosto). Según consta en los archivos concejiles, la primera referencia escrita a esta fiesta es del año 1874 y desde aquel momento, poco ha cambiado. Ese día, se reúnen todos los hombres del pueblo a comer un cordero que ellos mismos guisan. El animal, se sacrificaba el día antes y se despieza al siguiente por la mañana temprano para después cumplir con un contundente desayuno compuesto de tortillas y “la parva” que no es otra cosa que pastas y aguardiente, lo que da suficiente energía para echar unas cuantas partidas de bolos maragatos, mientras se cocina la carne.
Por finalizar, su pila.
Última actualización: Mar25 | 301👀
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