Camino de nuestra Montaña Palentina
Si en una anterior entrega en esta sección del blog, se trataba de una excursión de varios días a un pueblo de nuestra Montaña Palentina en los años 80, y los sucedidos y pormenores concretos de una inesperada aventura en plena montaña, que nos pudo poner un tanto en aprietos al grupo; aquella excursión en su momento tuvo sus propios preparativos previos al viaje, como bien cabe pensarse.
Así, en cada uno de los encuentros que teníamos los amigos en aquellos días, íbamos perfilando las circunstancias del viaje con comentarios e ideas de todo tipo, alimentando de esta manera nuestros deseos de que aquella excursión se iniciase cuanto antes.
Hasta que, por fin un día, nos encontramos con que, en las próximas horas estaríamos subiendo, alegres y contentos y con las consabidas dosis de intriga hacia lo desconocido, nuestras pesadas mochilas al coche de línea, en tanto nuestros cuerpos encontrarían a continuación su acomodo en una de las butacas del autobús, para compartir con el resto de pasajeros este viaje de más de cien kilómetros hasta la localidad de Cervera de Pisuerga.
Entonces ya sí, nos encontrábamos con que en aquellos mismos instantes se iniciaba nuestra aventura a tierras del Norte de la provincia, en plena comarca montañosa. Y todo lo que pasase a partir de aquel momento, tendría a la montaña como compañera y amiga. Así lo habíamos decidido y era menester no apartarnos demasiado de la programación así pergeñada.
Nos hubiera gustado como señal de alegría por nuestro viaje, entonar en grupo alguna canción de las típicas de excursiones en autobús de nuestros años de estudiantes más jóvenes, pero el hecho de compartir el autobús con el resto del pasaje no nos lo permitía empero.
Pero en la siguiente ocasión que tuvimos, a bordo del taxi que nos dejaría en el propio lugar de destino, luego de apearnos del coche de línea, dimos rienda suelta a nuestra alegría y las canciones fueron saliendo divertidas y gozosas a lo largo de todo el recorrido.
El rumor del río que se coló de inmediato en nuestros oídos nada más bajarnos del taxi frente a la casa, nos produjo una sensación de paz y relax en aquel primer contacto con la naturaleza, que no nos abandonaría ya a lo largo de todos los días que permanecimos en el lugar.
A la par, el dirigir nuestras miradas hacia las elevadas montañas que teníamos allí mismo frente a nosotros, nos hizo tomar contacto con la otra realidad que nos envolvía en aquel entorno casi mágico y que, con las primeras luces del día siguiente, intentaríamos explorar sobre el propio terreno.
Y amaneciendo la primera mañana, la sensación tan grata que sentimos en aquellos primeros momentos de aquel primer día, con el sol brillando ya con una cierta fuerza sobre todo aquel paisaje, no nos abandonaría ya durante cada una de las siguientes jornadas que la madre naturaleza nos regalaría.
Imágenes: Pumar59
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