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La Casa del Abuelo, Cevico de la Torre

En Cevico de la Torre se conserva una casa, fechada en 1863, que permite hacer un viaje en el tiempo.


Un Museo Etnográfico que sorprende nada más cruzar el quicio de su puerta.


La Casa del Abuelo, un referente etnográfico de Cevico de la Torre.




Un buen destino de nuestra provincia es El Cerrato Palentino, único por su paisaje y su acervo cultural y monumental, que merece la pena conocer. En el Cerrato profundo se encuentra Cevico de la Torre, cruce de caminos, que tuvo importancia en el pasado, con su monumental iglesia de San Martín, en la que impone su espectacular torre, y los 96 escalones por los que suben los danzantes el día del Corpus hasta la iglesia, antiquísima costumbre exclusiva de Cevico. Cevico de la Torre dispone de grandespalacios en su Calle Mayor, casonas y casas importantes que fueron de personas destacables, como Los Monedero, pero también fue importante Cevico por la calidad de sus bodegas, viñedos y vinos.


En Cevico se conserva una casa, fechada nada menos que en 1863, que permite hacer un viaje en el tiempo, un Museo Etnográfico que sorprende nada más cruzar el quicio de su puerta. Se trata de la Casa del Abuelo, cuyo interior no deja indiferente, porque permite conocer cómo vivían aquellos humildes labradores, que trabajaban en el campo de sol a sol, como propietarios de pequeñas fincas, o como jornaleros casuales con jornales de miseria. La pobreza era palpable, subsistían gracias a los animales que criaban en las cuadras de sus casas, y a que bebían buen vino de su propia cosecha, y a las hortalizas de su propia huerta.


Los antiguos moradores de la Casa

Quienes habitaron en esta casa fueron Teodosio y Ambrosia, un matrimonio muy humilde, pobres almas cargadas de hijos (14) y pocos alimentos para llevarse a la boca. Teodosio y Ambrosia vivieron con sus escasas pertenencias en esta casa, que nos descubre cómo vivían estos pobres agricultores de aquellos años, que representan a la gente humilde del Cerrato. No es de extrañar que las personas de avanzada edad que visitan esta casa se emocionen al recordar a sus padres y casas y ver esos utensilios utilizados en tiempos pasados. La Casa del Abuelo no es una casa de ricos, como las que abundan en Cevico, es una casa de personas humildes que rayaron la pobreza, y que despertó mi interés porque te traslada a aquella época del siglo XIX, en la que había mucha miseria.


Mi apreciación sobre la Casa.-

Disfruté mucho con el continuo mensaje que ofrece cada rincón de la casa, de sus personajes y utensilios, de sus habitaciones, me asombró su mísera forma de vivir y afrontar el día a día, de casa al campo, y del campo a casa, con pocas parladas en las solanas y muchas insolaciones, y temperaturas extremas. Personajes adaptados perfectamente a la miseria y las inclemencias, difícil de imaginar en estos tiempos de abundancia y tontería, de tecnologías y pocas privaciones. Personajes de reclinatorio con una sencilla capilla en su propia habitación para rezar en casa a diario, o ir a misa los domingos.


La Casa del Abuelo te hace disfrutar, durante algo más de 60 minutos de todos los objetos ya desaparecidos y de las explicaciones de su propietario, que te indica las penurias de Ambrosia y Teodosio, dos ceviqueños a oscuras, iluminados por candiles y velas, al amor de la lumbre y el puchero. Que dormían en una habitación entre orinales y relicarios, sin miras al progreso, “cosa de señoritos”. Que vestían a diario con ropa vieja y boina gastada o sombrero de paja si estaban faenando, y las mujeres portaban moño, delantales y toquilla vieja, pañuelo negro y ropa raída por los años. Los domingos, para ir a misa, la boina nueva, pantalones de pana, chaleco y el reloj de bolsillo, y las mujeres su ropa y toquilla, propia de rezos y festejos.


Todo es original en esta pequeña casa, la distribución de su comedor, la fresquera y alacenas, las habitaciones, el desván, el pequeño corral y las cuadras. Sus dueños vivían cerca de la cuadra al calor de los animales, con el pozo dentro de la casa y sacaban el agua con soga y herrada, agua no potable por la gran cantidad de cal, pero que servía para dar de beber al burro, gallinas y cerdos. En un rincón de la casa, resguardada de calores estaba la alacena, donde se guardaban escasos manjares, como queso y chorizo, escabeche, aceitunas y fruta de temporada. Sorprende el encuentro con tantos utensilios, unos 300, ya desparecidos que usaron nuestros antepasados, como barreños, tablas para lavar la ropa, planchas de calor, la trébede, los candiles, candelabros, pucheros, jarras y porrones. En las habitaciones de los niños originales cunachos y orinales, tacatás, los caballitos de cartón o de madera, simples juguetes como la peonza, el aro y las muñecas. No te imaginas cómo podían dormir en esa cama catorce hermanos, y a medida que iban creciendo los mayores dormían en el suelo. Me pregunto ¿Cómo se las arreglaban para comer, lavarse e ir a la escuela?


La habitación del matrimonio llama también la atención, la antigüedad de la cama, y ese “calientacamas” que perteneció a la abuela del propietario actual de la casa, las palanganas y jarras de hojalata, los orinales debajo de la cama, ese reclinatorio y su humilde capilla. En el desván se aprecian objetos y útiles como los empleados para hacer adobes y tejas, el traje de novia de la propietaria de la casa, el de novio de su marido, el traje de danzante de Cevico y diversos objetos que a todos sorprenden, entre ellos los juegos de niños, peonzas y tabas.


Juan Carlos García es el artífice de todo lo que vemos en la Casa del Abuelo, una casa que compró a los descendientes de Teodosio y Ambrosia, y que estaba casi en ruinas. Su ilusión por el recuerdo de la casa de sus abuelos y su amor por conocer y recuperar todo lo antiguo, por las costumbres de antaño, le permitieron adentrarse en un mundo que le apasiona. Se le nota cuando explica cada objeto y el modo de vida de quienes habitaron esa casa. Conoció esta casa y sus posibilidades para que pudiera ser visitable. Juan Carlos tiene interés de que la visiten los jóvenes para que vean el modo de vida de aquellos tiempos. A lo largo de estos años, Juan Carlos, ha ido reuniendo utensilios hasta que consiguió comprar esta casa, acorde a sus necesidades y hacer varias reformas y gastos necesarios para acondicionarla. Ha instalado objetos que tenía, otros que ha comprado y otros que le han regalado. Es el mundo de Juan Carlos, no lo hace por dinero ni por hacer negocio, quiere que la gente vea esta casa y no se borre la memoria del pasado tal como vivían nuestros antepasados.


Las explicaciones de Juan Carlos te hacen disfrutar de la contemplación de una casa única y las creaciones de un “manitas”, que ha modelado las figuras de Ambrosio y Teodosia, la burra Canela, el gato, o las gallinas; ha recuperado cimientos, paredes y tejado, y durante un año y medio ha trabajado para dejar la casa tal como era, después de cambiar las vigas, pintar las paredes de cal y con mazarrón los suelos de baldosa. La Casa del Abuelo lleva abierta desde el año 2015, Juan Carlos no ha querido apoyos institucionales ni subvenciones y la sostiene con las aportaciones voluntarias, a veces no saca ni para las pastas y vino que ofrece a los visitantes. Agradece Juan Carlos a Adri-Cerrato que le haya instalado los carteles, los folletos son obra del propio Juan Carlos y los distribuye por las oficinas de turismo para su promoción. A la casa han llegado todas las emisoras de la capital, y el programa de TV Castilla y León “El Arcón” de Javier Pérez Andrés, que visitó la localidad y la Casa del Abuelo y explicó el valor de personas como Juan Carlos que de forma voluntaria y generosa han conseguido que no se borre la memoria del pasado.

Uno de sus últimos visitantes le dijo a Juan Carlos que la Casa “era uno de los museos más bonitos que había visto”.

Por todo ello merece la pena visitar la Casa del Abuelo.






5 comentarios:

J. Javier Terán dijo...

Perfectamente detallado todo y explicado, con fotografías de los muchos aspectos que tocas, Alfonso, sobre esta Casa del Abuelo de Cevico de la Torre, aquí en nuestra Palencia. Y, de lo que nos cuentas y se ve paseando por la misma, uno se puede hacer perfecta idea de las penurias económicas y de la precariedad en la que vivían los habitantes de esta casa, al igual que ocurría en el resto de pueblos de nuestro mundo rural de aquellos años. Lo que hemos progresado, así a grandes rasgos, podría decirse visto todo ello con los ojos de ahora; cuando todo nos resulta mucho más fácil y tenemos casi todo a pedir de boca. De qué nos quejamos ahora, pues?. Saludos.

Herminio Revilla Fernández dijo...

Amplio y muy bien detallado tú reportaje sobre el Museo de la casa del abuelo, enhorabuena a su creador y ánimo para seguir con su mantenimiento y ampliaciones por el bien de nuestra cultura y nuestras raíces palentinas.

FGC dijo...

Un viaje a través del tiempo, a los años de nuestra infancia, porque los que hemos nacido en el pueblo todavía hemos atisbado un poco ese ambiente campestre, por eso es de apreciar todo lo que nuestros abuelos hicieron y hasta dónde llegaron, sin recursos, sin tecnologías, en un mundo de escasez y supervivencia, pero con una dignidad muy merecida. Excelente reportaje y bien narrado, nos haces añorar el tiempo en el que fuimos felices sin "tantos adelantos" como decía aquella famosa zarzuela.

Julius Revolution dijo...

Alfonso, que bonita visita. A finales de mayo iré con unos amigos navarros que vienen a Palencia. Muchas gracias por tanto que nos aportas.

Juan Carlos García dijo...

Muchas gracias Alfonso por dedicar tu tiempo a escribir este relato. Has reflejado la esencia de la casa con unas palabras preciosas. Te estoy muy agradecido, me ha gustado mucho. Recuerda que puedes volver cuando quieras que siempre eres bienvenido. Un abrazo.

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