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Carta a Beatriz Quintana Jato | Curiosón

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Carta a Beatriz Quintana Jato

💭 En cuanto a sus libros no conozco lectora
más devota que tú, los tienes todos.


💭Lo sé porque llevamos toda la vida juntos. 
Es mi gran y único amor.



Querida amiga: 

Leo en el blog de nuestro amigo Froilán de Lózar, El Curiosón, el homenaje que has dedicado a mi esposo, Marcelino García Velasco. Mil gracias Beatríz, no solamente por la profundidad con la que expresas tu exacto conocimiento y admiración por la obra del poeta premiado en importantes Certámenes: Alcaraván, Círculo de escritores de Nueva York, Amantes de Teruel, Eladio Cabañero, Jorge Guillén, Ateneo de Vizcaya, entre otros muchos. 

Por cierto qué lío cuando ganó, en 1970, el premio Ciudad de Palma, ¿Recuerdas? yo estaba embarazada de nuestro segundo hijo, Álvaro, y tan avanzada que se cruzaron telegramas entre el, entonces, alcalde Gabriel Alzamora y Marcelino. No podía ir yo y tampoco quería dejarme sola, aunque bien acompañada por mi querida Teresa, mi madre de Palencia, eso fue ella para mí. La no asistencia significaba perder la cuantía económica del premio. Sustanciosa para nosotros, maestros de escuela, pero el alcalde fue comprensivo y aceptó ser la persona que lo recogiera en nombre de mi marido. El acto de entrega dio comienzo a las 11 de la noche y el chiguito nació a las 11.15. Fue su primer acto de rebeldía, nacer. En cuanto a sus libros no conozco lectora más devota que tú, los tienes todos. Siempre fueron publicados por ganar el premio, nunca cuando solo estaban dotados económicamente. Jamás se editó ninguno de sus libros previo pago personal. Tuvo a gala que así fuese. Siempre me decía que el dinero era mejor invertirlo en dar estudios a los hijos, que él pasaba de hacerse publicidad pagada. Hasta en eso estuvimos siempre de acuerdo, él con poesía, yo como cuentista (en el buen sentido de la palabra). Por eso, Beatríz, sé que valoras y, no te equivocas, la sencillez de un hombre que jamás presumió de haber llegado lejos en este mundo de la Cultura en el que abundan envidias, algo normal por otra parte, pues somos seres humanos y habrás leído y comentado con tus alumnos el libro: El español y los siete pecados capitales.

Marcelino, al igual que León Felipe quiso ser: 

Como tú, 
piedra pequeña, 
como tú…” 

Lo sé porque llevamos toda la vida juntos. Es mi gran y único amor. Le conocí con 19 años y hemos hecho un largo viaje desde que, un 23 de febrero de 1.963, supimos que estaba marcado para nosotros el mismo río en el que navegar juntos y sin miedo. Hemos compartido, lo sabes querida amiga, cuanto la vida tiene de bueno y alegre y, es lógico, los golpes de este diario caminar, siempre presencia no deseada pero pertinaz: llegan sin avisar y causan dolor compartido. Sé que, cogidos de la mano, se hace más llevadero cualquier problema. Me siento musgo verde sobre la piedra firme, Marcelino, dispuesto a renacer año tras año escondido en la profundidad de un cálido verano. Si escribo, una por una las letras que componen su nombre y apellidos, podría encontrar en cada una de ellas un rasgo de su carácter, una mano tendida a quien la espera, un corazón compasivo, una voluntad firme de seguir fiel a sus principios políticos, religiosos, de valores humanos. Nunca fue de ánimo voluble sino consecuente con sus ideas y fiel a la amistad sincera. Es cierto lo que afirma: 

Un poeta está para decir: 
amor, 
avívame la brasa, 
el vaso, 
la esperanza frontal de la belleza 
clavada en la palabra...

y, también, 

Si un árbol  pierde sus hojas,
¿Quién lo llamará árbol?
Si le arrancan al hombre los brazos del trabajo
¿Quién le llamará hombre?
Si se van de la tierra
las gentes que la cuidaron,
¿Quién la llamará tierra”?

 Son válidas las palabras que anotaste durante aquel curso del CEP. “Los versos brotan de experiencias personales que se guardan en el anaquel de la memoria y que, luego, un día nacen y dan origen a un poema que se trabaja en un laboratorio de silencio y  soledad para eliminar todo lo superfluo, sin pena alguna; después, quedarán las palabras definitivas, la clave para que el poema despierte emoción. Ahí está el poema, la cadencia, el ritmo. Todo lo demás, sobra. Antes lo dijo León Felipe:

Deshaced ese verso, 
aventad las palabras… 
quitadle los caireles de la rima,
el metro, la cadencia, 
y hasta la idea misma…
Si después queda algo todavía, 
eso será poesía/”. 

He vivido muchos nacimientos en largas noches porque así llegaron a la luz de la mañana los poemas del libro “Al vuelo de tu nombre” que escribió para mí y con el que ganó  el premio Rafael Morales. Cada hora sin su compañía era compensada con la lectura del poema recién  nacido, casi un milagro que llegaba envuelto en pasión compartida de mujer enamorada del poeta tierno, del hombre fiel, leal a sus amigos, y digo amigos, como si abarcase el mundo entero pues nunca negó su mano a nadie, ni su palabra sanadora y reconfortante; tampoco su mirar limpio, directo a los ojos. Estos meses desde que recibió el 19 de octubre la maldita cuarta dosis del Covid han ido minando sus fuerzas, no sus ganas de vivir. A los dos días de ser vacunado, es decir, el día 21, una ambulancia nos llevó a Recoletas. Analítica, atenciones y cariño. Y el esquema se repitió muchas veces. Le tomaba el pelo cuando varias auxiliares o enfermeras que le atendían coincidían en la habitación y yo pronunciaba las inmensas y soñadoras palabras que Miguel de Cervantes puso en boca de aquel maravilloso ser: Don Quijote de la Mancha: “Nunca fuera caballero de damas tan bien servido…” La sonrisa se extendía por la habitación como si hubiese pasado un ángel bueno.

No sé por qué me llegan, sin venir a cuento, buenos recuerdos de Bourges, Solange, Jacques… Heliodoro Gallego, alcalde responsable y entregado al servicio del pueblo, un honor, Heliodoro, amigo querido de mi esposo y al que sigo admirando. Marcelino fue invitado para representar a los poetas palentinos ante el Ayuntamiento de la ciudad, hermanada con Palencia. Se nos ofreció pernoctar en un hotel pero, en el transcurso del acto conocimos a un matrimonio hermoso en edad y acompañada, ésta, de sabiduría y generosidad para abrirnos su casa. No lo dudamos ni por un instante. Aceptamos su hospitalidad que nos supo a pan tierno. Ella era presidenta de la Asociación Francia–España fueron cuatro días en los que nació una sólida amistad que perdura en el tiempo y que debemos agradecer tanto a Heliodoro como a Solange y Jacques. Invitado por ellos, en La Casa de España, Marcelino leyó poemas y yo varios cuentos.

 No me voy a detener más en este asunto de mi carta porque nosotros te pusimos en contacto con ellos y diste unas magníficas conferencias en francés. ¡Ahí es nada, valiente! Nosotros tuvimos traductor. El profesor de francés, Jacques, que era Inspector. Creo recordar que, una de las veces, te acompañó otra buena amiga, May Chaparro, quien me invitaría poco después a participar en un programa que ella dirigía en CADENA SER. Y comencé cada viernes a dejar que el aire palentino se llevara mis palabras en “A vuela pluma”. May fue la profesora que yo necesitaba para modular la voz, ajustar mis textos al tiempo disponible, dos minutos… y, sobre todo, brindarme su amistad que conservo como un tesoro.

Podría seguir querida amiga. Pero ya tendremos más ocasiones para hilar recuerdos y endulzar la vida. Y ¡Feliz día de las Candelas! pues hoy te escribo mi carta. Un fuerte abrazo de esos que dejan el corazón calentito y los ojos a punto de caramelo. 

Cuídate Beatriz, que fai moito frio. 


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2 comentarios:

Julián González Prieto dijo...

Hay escritos que los lees y relees -con sumo gusto- una y otra vez. Así me ha ocurrido con esta carta, que diriges a vuestra querida amiga Beatriz. Es tan hermoso el canto que haces -a vuestro amor matrimonial y a la amistad- que me ha hecho mucho bien el leerlo. Gracias, Carmen

Froilán De Lózar dijo...

Bendita carta robada. Era una carta de agradecimiento hacia su amiga Beatriz Quintana, que comparte academia con su marido en la Tello Téllez de Meneses. Me hice con ella como uno de esos paparazzi que ahora alimentan la crónica rosa. Me pareció una carta preciosa, una carta de amor, una carta auténtica donde la autora, sin buscar vanaglorias ni beneplácitos, cuenta esas pequeñas intimidades que delatan cuánto amor y dolor hay para compartir y sobrellevar en esta vida. No dejes de escribirnos, Carmen. Un abrazo de corazón para ese gran poeta palentino como es nuestro Marcelino García Velasco.

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