Mi abanico está formado por un número determinado de varillas que, unidas en uno de sus extremos y libres en el otro, aunque cubiertas por una suave tela, me permiten la posibilidad de utilizarlo, abriéndolo total o parcialmente, para obtener una corriente de aire fresco con la que alivio el calor o el cansancio producido por la época estival. Mi abanico puede ser usado por varias personas y todas ellas, al igual que yo, obtienen su benéfico frescor. El aire se mueve según la fuerza con que se le impulsa un leve movimiento de muñeca. A todos agrada y a todos sirve.
Me gustaría estar gobernada de la misma manera. Quisiera un gobierno que, al igual que mi abanico, fuese capaz de unir a los españoles bajo una sabia propuesta en la que todos nos sintiéramos, a la vez, libres para decidir, para opinar, para llevar a cabo nuestro trabajo en las mismas condiciones de seguridad y salario. Según las capacidades de cada uno, sí, pero habiendo, antes, disfrutado de las mismas oportunidades de formación y acceso al mercado laboral, de este modo nadie que esté debidamente dotado y ponga su esfuerzo en el estudio que ha de capacitarle para el futuro, se quede aparcado por falta de medios.Y sin que se diesen las condiciones idóneas, léase leyes fiscales blandas, que permiten generar bolsas de pobreza frente a la usura de quienes, únicamente, se marcan el objetivo personal de hacerse más y más ricos, llevan su dinero a paraísos fiscales y eluden el pagar sus impuestos en su país o crear empleo estable y debidamente remunerado.
Quisiera ser gobernada con mano firme y flexible a la vez y que mi gobierno tuviese las ideas claras, dictara leyes justas y persiguiese la delincuencia y vigilase para que las penas impuestas sean cumplidas sin que haya coladero para aquellos que pueden permitirse el lujo de un abogado elegido por ellos precisamente que saben que su libertad, a cambio de cantidades elevadas de dinero, está al alcance de su mano.
Me gustaría que ante la realidad social que no podemos eludir ni ignorar: la llegada masiva de emigrantes, se hiciese todo lo humanamente posible para evitar la llegada a nuestras costas de pateras cargadas con seres humanos desesperados que no dudan arriesgar su vida para encontrar un modo de vida más digno. Es labor de todos los gobiernos de Europa solucionar este problema. También debería educarnos para una aceptación de lo diferente, de esta manera muchas conductas xenófobas podrían corregirse. Los emigrantes legalizados generan trabajo, al igual que los españoles en tiempos pasado en Alemania y otros países.
Pero será necesario dictar leyes que favorezcan la debida formación al empleo de esas personas y vigilar que no haya empresarios desaprensivos que juegan con su hambre y los explotan con sueldos míseros mientras ellos se hacen más ricos.
Mi gobierno debe tener mano dura para las bandas organizadas, esa otra emigración de personas bien vestidas que ven su paraíso en España para la trata de blancas, las drogas y toda clase de actividades ilícitas. Nuestra policía ha de disponer de todos los medios a su alcance para luchar con estas bandas organizadas sin reparar en gastos de formación ni en el material necesario.
Me gustaría ser gobernada por un grupo de personas íntegras que no inclinen la balanza económica hacia sus amigos, mediante privatizaciones encubiertas en operaciones que se nos presentan como de “interés común”.
Un gobierno ha de saber que, además de niños y mujeres, existe un tercer grupo de riesgo que son los ancianos para quienes deberían existir protocolos definidos para que no se sientan abandonados a su suerte con una jubilación de miseria que, muchas veces, no es suficiente para cubrir un mínimo de necesidades.
Un gobierno que me garantice la seguridad, la convivencia, la paz, y en el que yo pueda confiar porque tiene la sabiduría de comprender, la capacidad de ser justo, la generosidad de una entrega al ciudadano sabiendo que será juzgado por sus actos y que de ningún modo el ocupar un cargo en el mismo ha sido un regalo, sino una responsabilidad que, bien ejercida, le servirá de legítimo orgullo.
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