Si sólo el amor permite al goce condescender al deseo es porque se acepta esperar.
Deseo y espera van unidos. Condescender al deseo es posible si no se satisface de inmediato lo que se desea.
Fernando Martín Adúriz
Sin embargo, para salir del desamparo, el sujeto construye con los demás no sólo relaciones de prestancia sino que se ve como sujeto hablante, como deseante. Parte como tal de su propia fantasía, parte del modo fantasmático de situar los deseos. Un modo inercial, repetido, singular e íntimo, ignoto para el propio sujeto. El mundo de un sujeto es el de su fantasía fantasmática. Es lo que interesa que cuente, y suelte.
En realidad, la operación deseante permite mantenerse a flote en la vida. Pero tener deseos, estar motivados, desear viajar (leer, comer, hablar, trabajar, estudiar), desear saber y desear vivir, implica saber diferenciar las ganas (conscientes), de los deseos (inconscientes).
Por ello la pregunta es ¿quieres lo que deseas? De ese modo, a posteriori, una vez captado lo que se desea, y si es acorde a ley, ético, ir a conseguirlo. El mero hecho de desear (incluso lo inconfesable) vivifica, mientras que, simbólicamente, la muerte es la desaparición del deseo.
Por otro lado, nadie nace con deseos puros, sino que el deseo es contagioso, el deseo es el deseo del Otro, cual vaso comunicante, razón por la cual nos acercamos a personas repletas de deseos y nos alejamos (cuando podemos) de quienes matan nuestro deseo.
Dice la escritora Anne Carson que la imaginación es el núcleo del deseo. Añadamos: el cogollo del deseo es el deseo sexual, auténtico termómetro de nuestra posición deseante. Cuando se pierde ese específico deseo, la posición deseante general flaquea.
Finalmente, el lazo social se teje si hay deseo de deseo.
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