En nuestra sociedad, la publicidad recurre a toda la simbología, incluida la románica, para colocar su producto. Se saquea al símbolo para utilizarlo como acicate, conmoción o estímulo del consumo, poniéndolo al servicio de las relaciones comerciales.
El símbolo se degrada hasta ser el guiño de un perfume y las figuras controvertidas de la mitología judeo-cristiana, descienden al nivel irresistible del sabor de una cadena de cafeterías.
Este uso comercial y degustativo del símbolo, lejos de apelar a la sugerencia, interpela a nuestro cerebro de reptil instintivo y nos deja presos del logo, de la señal, y conducidos al mundo del mercado o al supermercado del mundo.
El "logo", convierte al símbolo en instrumento de la sociedad de sensaciones; nos reduce a la categoría de consumidores pasivos, robándonos capacidad reflexiva, trascendentalizadora y paralizando nuestro juicio. Es la contemplación simbólica de los "ojos muertos", pues lo convierte en marca y sello de un racionalismo ramplón, que sólo llega a ver lo que explícitamente tiene delante. A través del logotipo, de la señal o de la marca, entramos, peligrosamente, en una cultura empobrecida, intrascendente: la "indumentaria del pobre".
Mientras el logo busca el orden y sentido comercial y espurio de la realidad, el símbolo es el medio del que dispone el hombre para apagar la sed de sus preguntas fundamentales, abriéndonos hacia un espacio de reconciliación y fuerza, de sentido y absoluto, que llamamos "sagrado", aunque la desavenencia resurja enseguida, como nuestro propio fluir y avanzar en la vida, porque sólo al distanciarnos de la muda realidad, descubrimos su carácter simbólico.
Lo visto, oído y tocado, subsiste en la conciencia en forma de imagen, pero ya no depende sólo de su utilización, sino de nuestra disposición e intención. Deja de pertenecer al orden sensible para encaminarse al camino de lo inteligible, del símbolo, de la idea.
Mientras que el logotipo, la señal o el signo es una mera convención que expresa, exclusivamente, un significado previamente convenido, el símbolo va acompañado por resonancias afectivas, imaginativas y subjetivas sublimadoras de la sensibilidad, en las que predomina su espíritu, su alma, es decir, su significado profundo no perceptible, permitiéndonos contemplar todos los aspectos de la realidad: lo sensible y lo velado, lo manifiesto y lo oculto, lo consciente y lo supraconsciente.
Salud y RománicoSección para "Curiosón"
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