
Pero el caso es que el rastro de hambre y de sangre de cada día, e incluso un asesinato en masa como el de Madrid de 11 de marzo de 2004, la espantosa historia del siglo XX, solía presentarse en forma de dos individuos que llamaban a la puerta de casa a la hora del lechero y, cuando todo esto lo dábamos por conjurado en los principios del XXI la historia se presentó en un alarde técnico de brutalidad, desconocido en tiempos de Constantinopla, pero no nos ha causado un tal pesar como para hacer borrón y cuenta nueva en nuestra vida y nuestras ideas y valores.
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