Tanto en Estados Unidos como en Inglaterra, la falsificación era castigada con la muerte.
El papel moneda impreso por Benjamin Franklin a menudo tenía impresa la frase "falsificar es la muerte."
La teoría que sustentaba este castigo tan severo era que alguien que tenía la habilidad de falsificar dinero era considerado una amenaza contra la seguridad del Estado, y debía ser eliminado - otra explicación es que el emitir dinero en el que la gente pudiera confiar era tanto un imperativo económico, como una prerrogativa real, por lo que la falsificación era un crimen contra el propio Estado o el gobernante, y no contra la persona que recibía el dinero falsificado. Mucho más afortunado fue un falsificador de la antigüedad, de la época del Emperador Justiniano. En lugar de ser ejecutado, cuando "Alejandro el barbero" fue capturado, el emperador decidió emplearlo para utilizar sus habilidades.
"La falsificación es uno de los crímenes más graves que es posible cometer", ha declarado un juez inglés famoso en un caso reciente. Pero debe decirse en favor de tales criminales lo siguiente: antes que ellos vislumbren la menor probabilidad de buen éxito, necesitan mostrar no sólo un cerebro muy claro, sino también afinado en el arte de la imprenta y la litografía, pues tienen que abordar los trabajos más difíciles.
Les esperan buenas recompensas a los que triunfan en sus golpes audaces. Se calcula que cada año se falsifican billetes de banco por valor de muchos millones.
Como en Inglaterra son muy difíciles de imitar los billetes de banco, y como la policía inglesa tiene la organización más perfectamente y científicamente dispuesta del mundo para entendérselas con esta clase de falsificaciones, no abundan allí tanto los falsificadores, pero nos obstante, todavía hacen sus buenos negocios.
Diario Palentino, 17 Agosto de 1925
Fuente consultada para la introducción: Wikipedia
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