Allí donde el mar


Allí donde el mar se retira y bate sus olas al morir, regresé de nuevo la otra tarde, cuando el sol se ocultaba ya tras las esbeltas palmeras de nuestra playa favorita y el cielo se tornaba de un color rojizo que nos encandilaba. Y rápidamente, antes de que se pasase el momento y cambiase el color del cielo, saqué mi móvil y tomé unas instantáneas…


Pontedeume_Allí donde el mar

Pontedeume

Idílico paraje que siempre nos apasionó –¿recuerdas amor?-; tras descubrirlo un día por casualidad cuando, haciendo caso sólo a nuestro recién estrenado amor, y cuando el sol comenzaba a ocultarse tras aquel amplio palmeral, nos declaramos el uno al otro un sinfín de confidencias; mientras, ora caminábamos por toda la amplia extensión de la playa y las olas al romper en la orilla acariciaban con delicadeza nuestros pies desnudos, ora la brisa del mar removía una y otra vez tu larga y sedosa melena, mientras descansábamos del paseo sentados sobre una de las rocas que, en su conjunto, daban abrigo al pequeño puerto pesquero.

Fueron solo dos veranos los que coincidimos en aquella ciudad junto al mar. Pero devinieron muy intensos sus días y sus horas; apretados los besos y las caricias, y ciertos los sentimientos. Mas, ¡éramos demasiado jóvenes aún!… Junto al mar que ahora contemplo melancólico desde la ventana de mi habitación y sumido en la añoranza del ayer, abrigamos y alimentamos durante unos días, tú y yo, una bonita historia de amor, ¿te acuerdas, amor?.

Fue corta en el tiempo, puede que sí; pero intensa en los sentimientos y las emociones… Y es que nos enamoramos de pronto como adolescentes que éramos. Así nos lo confesamos, al menos, el uno hacia el otro y el otro hacia el uno también, aquella tarde de verano cuando, agotados ya de pasear tomados de la mano, nos salió al encuentro al final del paseo un coqueto banco, que acogió sin rechistar nuestros abatidos cuerpos. De pronto, nos encontramos inmersos en un entorno que emanaba romanticismo por doquier. De frente, disponíamos de toda la inmensidad del mar, con el sol ocultándose tras las montañas del fondo y dejando una estela de un rojo intenso sobre el agua casi a nuestros pies. Justo al lado, rompían con extraordinaria suavidad las escasas olas que el mar llevaba aquella tarde hasta la playa. Y un poco más adentro, en un lateral de la playa, un grupo de gaviotas graznaba con insistencia en torno a un barco de pesca que acababa de arribar a puerto.

Un marco ideal para que, en la tranquilidad de la tarde que declinaba perezosamente, nuestras confidencias se hiciesen más emotivas y sentidas, y el amor surgiese con inusitada fuerza. Un pequeño y acogedor restaurante, al lado del paseo, nos permitió reponer fuerzas y continuar con nuestras confidencias en torno a una mesa apenas iluminada por la llama de una vela, que hacía resaltar aún más el dorado de tu piel. Siendo aquel nuestro refugio hasta bien entrada la noche, ¿te acuerdas?. Los días siguientes discurrieron con el mismo cariz y en el mismo estado de enamoramiento mutuo; finalizando la velada a la luz de una vela en nuestro restaurante preferido y en aquella mesa junto a la ventana.

Todo aquello pudo haber continuado más allá de aquellos veranos, de no haberse cruzado por el medio aquella llamada de teléfono que, inesperadamente, te llegó desde casa y que provocó tu posterior partida hacia ella. Luego, todo fue un continuo buscarte sin obtener resultado positivo… Quién sabe si este verano, porque así lo piensa mi cabeza, no te descubriré caminando entre la gente del paseo, o sentada en nuestro banco de ayer contemplando frente al mar el ocaso de la tarde... Me daría tanta alegría y me haría tan feliz… Ahora, pasados algunos años, y que el azar ha querido que regrese a esta ciudad, sin dudarlo he querido bajar hasta nuestra playa favorita de aquellos dos veranos. Pero nada era igual que en aquel entonces, porque ya no estabas tú…

Y los recuerdos han sido ahora tan prontos en aparecer y tan nítidos al mostrarse, que la emoción me ha
podido a los pocos minutos de pisar su arena… Y por un momento, en la profundidad de la playa, quise adivinar tu figura al fondo corriendo hacia mí con los brazos abiertos…

Actualización Oct2025 | 💥+232👀





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4 comentarios en el blog:

  1. Alfonso Santamaría Diez09 octubre, 2025 16:44

    Carta de amor poética en la que expresas tu pasión encendida por tu amada, allí donde “el mar se retira y bate sus olas al morir”. Muy bonito, J. Javier.

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    Respuestas
    1. Muchas gracias por tus palabras hacia mi relato, Alfonso. Saludos.

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  2. Antonio Riaza (wassap)09 octubre, 2025 17:59

    Buenos dias Froilán:
    Muy romántico el relato de José Javier Terán de hoy. Y es que es así, las vivencias de la adolescencia y juventud en las que participa el corazón son inolvidables. Si a eso añades el marco paradisíaco, casi de película, que describe José Javier, pues no me extraña que al encontrarse de nuevo en ese entorno se le hayan despertado tantas emociones.
    Un abrazo y a seguir disfrutando de estos dias

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    Respuestas
    1. Muchas gracias, Antonio por tus palabras. Me alegra que te haya gustado mi relato, que tan bien describes en su marco de conjunto. Saludos.

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