Una vez designado el monarca, solía suceder a la elección, la ceremonia de la proclamación, en la cual, el nuevo rey era presentado al pueblo, que le reconocía como tal, por medio de vítores y aclamaciones. Con el tiempo se usaron las ceremonias de la coronación y consagración. Por medio de esta última se rodeaba al monarca de cierto carácter augusto y sagrado, con lo cual se le situaba a una altura mayor ante la consideración popular.
El segundo de los elementos sociales que debemos considerar, hemos dicho que es el de la nobleza, elemento que ya existía entre los visigodos desde mucho tiempo antes de la invasión. Parece natural que cuando las asambleas populares cayeron en desuso, perdiendo el pueblo la influencia que hasta entonces ejerciera en los asuntos públicos, se hiciese mayor el predominio de la nobleza y, sin embargo, lejos de ocurrir así, ésta hubo de ver mermado su prestigio, recogiendo los monarcas primero, y más tarde los Concilios, aquellas facultades.
La nobleza era, entre los visigodos de origen, de sangre, pues se hallaba formada por los descendientes de los primeros caudillos. Es de advertir a este propósito, que al hablar de la nobleza sólo nos referimos al elemento visigodo, pues si bien antes de la invasión existía en nuestro suelo un elemento nobiliario, los que le componían perdieron todo su carácter e influencia al verse reducidos a la categoría de vencidos. Por eso, sin duda alguna, los nobles hispano-romanos, se consagraron al ejercicio del culto católico, en su mayoría, como lo demuestra el origen romano de los nombres de gran número de prelados.
De la nobleza salía el rey, y ella, primero sola, y después con el clero, era la que hacía la elección del monarca. De suerte que, la nobleza ejerció siempre influencia no escasa en la gobernación del Estado.
Algunas personas libres solían ponerse al servicio de los nobles, obligandose estos a defenderlas contra los abusos del poder, sin que por eso perdieran su libertad, comprometiendo únicamente su libertad de acción, cosa natural, después de todo, pues desprovistas del amparo era natural que lo buscaran entre los nobles que gozaban de gran influjo. En esta costumbre se encierra, sin duda alguna, el germen de algo que con el tiempo y desarrollado convenientemente dio margen al feudalismo.
El oficio Palatino
El oficio Palatino (Paulatinum Collegium a Aula Regia) era el conjunto de altos funcionarios colocados al lado del monarca, ya como directores o jefes supremos de los servicios públicos, ya como meros consejeros del trono. Los que a él pertenecían se llamaban Condes, palabra no nueva en nuestra patria, sino conocida desde los tiempos del emperador Adriano, y que significaba compañero. En efecto, los condes palatinos eran compañeros del monarca, en cuanto que éste compartía con ellos la gobernación del Estado. Solían llevar, además, una denominación especial del cargo que desempeñaban así. Así, por ejemplo, había un Comes patrimonil (administrador de la fortuna particular del monarca), Comes stabuli (jefe de las caballerizas), Comes spathariorum (jefe de la guardia real), Comes exercitus (jefe del ejército), Comes thesaurorum (cuya misión consistía en recaudar los impuestos que constituían la fortuna pública, y era, por tanto, un cargo parecido al moderno de ministro de Hacienda), Comes notariorum (canciller del rey), Comes scantiarum (copero mayor), Comes cubiculi (camarero), etc...etc. Mas no todos los condes desempeñaban funciones especiales, teniendo algunos de ellos únicamente el carácter de consejeros del monarca.
Matías Barrio y Mier (Verdeña, 1844 – Madrid, 1909)
De la serie, "Historia General del Derecho Español".
Es propiedad del Autor.
Queda hecho el depósito que marca la Ley.
No hay comentarios:
Publicar un comentario