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Manolo Nestar, (I)


El periodista Dacio Rodríguez Lesmes publicó a mediados del pasado siglo una serie de conversaciones bajo el título "Cada día una entrevista", hueco al que llegó en su momento un palentino conocido por sus anécdotas en el mundo entero. Seguramente, ustedes no habían nacido y no lo recuerdan, o no se lo contaron. Al hacer una nueva edición de uno de mis libros: "Cervera, Polentinos, Pernía y Castillería", le hice llegar al editor los recortes de Prensa que me remitía desde Madrid el hijo de Manolo Nestar, y que he decidido compartir con ustedes a lo largo de varios capítulos.
No se lo pierdan. No tienen desperdicio.

Historia de un hombre gordo

Manolo Nestar: 57 años y 152 kilos
Dacio Rodríguez Lesmes

¿Un personaje del Retablo de Pigmalión? ¿O una figura del cortejo de la “Visita de los Chistes”? De todo tiene Manolo Nestar. Aunque quizá mejor le conviniera el parangón con el “Toro” famoso de Iglesias Hermida o el Zarrasutre de Pedro Alvarez. Y ¡quién lo duda!, con un homónimo de Estéban Calderón, el “Manolito Gázquez”, forte que forte. Los dos Manolos se caracterizan por una misma cosa: “miran todo con telescopio y todo lo expresan por pleonasmos”, como diría el “Solitario”. Y al enfocar así los avatares y preocupaciones de la existencia, la inundan completamente de un sano ingenioso, lozano e imperturbable optimismo. Los guijarros de este mundo –camino para Jorge– los pasan en avión. Sólo les vale la perspectiva. Todo a lo grande, como su cuerpo, ampuloso como sus carnes. ¿Será cierto que la alegría es patrimonio de los gordos? Magos de la inventiva, a veces vuelven a los semejantes en la red del humor, pero la broma, incluso para las vìctimas tiene un atractivo. Y place ver todavía a hombres así, que ignoran, aunque las padezcan, las tragedias de la vida... “Todo es según el color...”. Los dos Manolos se han calado cristales azules. Pero con una diferencia, que apunta un tanto y de categoría a favor de Nestar: el Manolito del “Solitario” era una entelequia literaria. Él es un personaje de carne y hueso. Gázquez, rey del aumentativo, del múltiplo, mago de la destreza, no pasó de una fantasía. Que no obstante hizo fortuna y popularizó un nombre en toda la Tierra.

Manolo Nestar también es célebre en toda España. Y se ha hecho célebre, paseando su cuerpo jacarandoso –de trece arrobas corridas– por toda la piel de toro ibérica.Y aquí está ante nosotros, apoltronado en una butaca doble sobre la que se almohadillan todas sus adiposidades, contándonos sus aventuras. Este Manolo Gázquez castellano es como la tierra. Nada de bambollas ni fulerías. Al pan pan, y al vino...

—Todo lo que voy a decirle, es verdad ¡eh! Yo no le invento nada. 

Ha sido un pitido de flautín tenue, chillón, casi de contralto que nos pone en vilo. ¡Señores, esperábamos una voz de trueno, con trepidaciones de bomba atómica! Como el personaje cinematográfico de D.Quintín.

—Todo es verdad y tengo testigos

Nestar, reumático Nosotros que confiábamos dar rienda suelta a la imaginación y a la pluma, reeditando a Manolito Gázquez, nos vemos cohibidos. Aquí está el Manolito Gázquez real y verdadero. Pero con un reuma...

—¡Ay! –se queja Nestar– ¿Con qué se curará esto? 

—Muy fácil –le dice el amigo Mariano Salvador García, que asiste a la interviú– Use la receta de Marañón. La receta de los 90. Noventa cabezas de ajo en noventa gramos de alcohol, posándose durante noventa días. El mejor linimento. 

—¡Habrá que probarlo! –señala Nestar.

Peso dos guadias civiles y 22 kilos Y luego ya rehaciéndose, entramos en materia.
—Pues verá. Tengo 57 años y peso 152 kilos, es decir, dos guardias civiles y 22 kilos.

—¿Cómo es eso? 

—¡Ja,ja,ja! Muy fácil. Hace muy poco tiempo en una báscula pública me fui a pesar. Delante de mí había dos números de la Benemérita. Subió uno y la aguja marcó 60 kilos. Subió el otro y 70. Subí yo y cuando aún oscilaba la manecilla me dije: ¡Ya sé lo que peso!: dos guardias civiles y veintidós kilos. Pero esto no tiene gracia. Usted habrá oído contar, incluso por “clowns” de circo una anécdota de un hombre gordo que se va a pesar. ¡Pues es mía! Sucedió en Madrid, en una de esas básculas parlantes donde cantan el peso, en lugar de que la máquina suelte tickets. El “speacker” al acercarme gritaba: 56 kilos, 78 kilos, 85 kilos Cuando me puse yo en la báscula, vociferó todo descompuesto: ¡¡Hagan el favor de pesarse de uno en uno!!

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Próximo capítulo: "Lo de Bonifa", 6 de Junio de 2011

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