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El anarquismo y otros estorbos


Bob Black es un anarquista estadounidense contemporáneo conocido principalmente por sus ideas críticas de la sociedad basada en el trabajo. Se lo asocia a la corriente de la anarquía postizquierda.
"La abolición del trabajo" es el texto más conocido de Black. Allí se apoyó en las ideas de intelectuales revolucionarios como Charles Fourier, William Morris, Paul Goodman, Marshall Sahlins y Paul Lafargue. Allí argumenta en contra de la subordinación de la vida de las personas por el esquema del trabajo en donde se las obliga a una vida dedicada a la producción y consumo de mercancías.
"Solamente tengo que protestar contra la pena de muerte que me imponen porque no he cometido crimen alguno, pero si he de ser ahorcado por profesar ideas anarquistas, por mi amor a la libertad, a la igualdad y la fraternidad, entonces no tengo inconveniente... Lo digo en alto: dispongan de mi vida."



El anarquismo y otros estorbos


La historia del anarquismo es una historia de derrotas y mártires sin parangón, y aún así los anarquistas veneran a sus antepasados martirizados con una devoción morbosa que hace sospechar que los anarquistas, como todos los demás, piensan que el mejor anarquista es el anarquista muerto. La revolución -derrotada- es gloriosa, pero su lugar son los libros y los panfletos.

Durante este siglo -España en 1936 y Francia en 1968- la sublevación revolucionaria pilló desprevenidos a los anarquistas oficialmente organizados y en los inicios ajenos cuando no opuestos. No hay que ir muy lejos para hallar la razón. No se trata de que estos ideólogos fueran hipócritas (algunos lo eran). Se trata más bien de que habían desarrollado una rutina cotidiana de militancia anarquista, y contaban inconscientemente con que ésta perduraría indefinidamente ya que la revolución no es "realmente" imaginable en el aquí y ahora y cuando los acontecimientos desbordaron su retórica reaccionaron de modo temeroso y a la defensiva.

En otras palabras, si se les diese a elegir entre el anarquismo y la anarquía, la mayoría de anarquistas se inclinaría por la ideología y la subcultura anarquistas antes que por emprender un peligroso salto hacia lo desconocido, hacia un mundo de libertad sin Estado. Pero puesto que los anarquistas son casi los únicos críticos declarados del Estado como tal, estas gentes temerosas de la libertad asumirían inevitablemente posiciones prominentes o al menos publicitadas en cualquier sublevación resueltamente antiestatal.

Siendo ellos mismos del tipo de los seguidores, se encontrarían liderando una revolución que haría peligrar su estatus establecido no menos que el de políticos y propietarios. Conscientemente o de otras formas, los anarquistas sabotearían la revolución, que sin ellos quizá se hubiera desembarazado del estado sin detenerse siquiera a reestrenar la vieja riña Marx/Bakunin.

A decir verdad, los anarquistas nominales no han hecho nada para desafiar al Estado, no ya con pomposos y escasamente leídos textos infestados de jerigonza, sino con el contagioso ejemplo de otra forma de relacionarse con los demás. Los anarquistas, en vista de como manejan el negocio del anarquismo, son la mejor refutación de las pretensiones anarquistas. Cierto, en Norteamérica, al menos, las macrocefálicas “federaciones” de organizaciones obreristas se han derrumbado entre el tedio y las disensiones -y menos mal- pero la estructura social informal del anarquismo sigue siendo jerárquica de cabo a rabo.

Los anarquistas se someten plácidamente a lo que Bakunin denominó un “gobierno invisible”, compuesto en su caso por los editores (de hecho si no nominalmente) de un puñado de las publicaciones anarquistas más importantes y más longevas. Estas publicaciones, pese a diferencias ideológicas aparentemente profundas, comparten posturas paternalistas similares de cara a sus lectores, así como un pacto de caballeros para no permitir ataques que expongan sus incoherencias y socaven de otros modos su común interés de clase en la hegemonía sobre los anarquistas de a pie.

Por extraño que parezca, resulta mucho más fácil criticar a "Fith State" o "Kick It Over" en sus propias páginas que, pongamos por caso, criticar allí a "Processed World".

Cada organización tiene más cosas en común con todas las demás que con cualquiera de los desorganizados. La crítica anarquista del Estado, si los anarquistas fueran capaces de comprenderla, no es más que un caso particular de la crítica de la organización. Y en cierta medida, incluso las organizaciones anarquistas lo intuyen.

Los antianarquistas podrían muy bien sacar la conclusión de que si ha de haber jerarquía y coacción, que sea abiertamente, claramente etiquetada como tal. A diferencia de tales lumbreras (los “libertarios” de derechas, los minianarquistas, por ejemplo), yo insisto tozudamente en mi oposición al Estado. Pero no porque, como tan irreflexivamente y tan a menudo proclaman los anarquistas, el Estado no sea “necesario”. La gente común rechaza esta afirmación anarquista por absurda, y hace bien.

Evidentemente, en una sociedad de clases industrializada como la nuestra, el Estado es necesario. La cuestión es que el Estado ha creado las condiciones que lo hacen necesario, al despojar a los individuos y a las asociaciones voluntarias de sus poderes. Lo que resulta más fundamental, no es que las premisas del Estado (el trabajo, el moralismo, la tecnología industrial, las organizaciones jerárquicas) no sean necesarias sino que son antitéticas a la satisfacción de necesidades y deseos reales. Por desgracia, la mayoría de variedades de anarquismo ratifica todas las premisas y pese a ello, rechaza su conclusión lógica: el Estado.

Si no hubiera anarquistas, el Estado tendría que inventarlos. Sabemos que en varias ocasiones eso es precisamente los que ha hecho. Necesitamos anarquistas libres del lastre que supone el anarquismo. Entonces, y sólo entonces, podremos empezar a plantearnos en serio el fomento de la anarquía.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Cuando yo era jovencita, que también lo he sido, era anarquista pero es que a esa edad eres contrario a todo lo establecido, luego creces y ves los mismos fallos, o como quieras llamarlo, que en el resto de la sociedad...
Tienes razón en tus reflexiones, me ha gustado mucho esta entrada.´
Besotes de buena semana Froi,

Juan Carlos López dijo...

Puf.

No te digo nada, pues me llevaría tiempo discutir algunos de los supuestos del escrito de Black, que peca, sobre todo, de un exceso de generalización.

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