Jamás el ojo del culo, antaño discreto y escondido como urna sagrada, gozó de tanta fama ni aclamación como en este siglo que lo ha erigido en profeta del absurdo.
LOS SÁBADOS AL SOL
Julio César Izquierdo
Donde antes reinaba el decoro del retrete y la privada solemnidad del alivio ventral, ahora triunfa la exhibición pública del excremento, como si se tratase de arte efímero o gesto heroico. Las piscinas, templos del estío, otrora hogar de chapoteos inocentes y remojos celestiales, han sido profanadas por esta nueva corriente alterna. Y no, no se trata de una peste bubónica, sino de otra más hedónica. Que no viene provocada por ratas, sino por algunos (in)humanos con móviles, déficit de entendimiento y mojón ligero.
En fin. El ojete, hasta hace poco confinado a su oscura dignidad, ha decidido expresarse con libertad insultante, dejando tras de sí huellas groseras, algo así como boyantes blasfemias flotando al sol. Los municipios (vean las noticias), tomados por sorpresa, clausuran con urgencia sus aguas, cual si se tratara de plagas bíblicas. Nada que ver con sequías o déficit de cloro, sino por la necedad organizada del reto viral. Esos sujetos (unos pocos, por fortuna), en vez de nutrirse de otras fuentes, se bendicen al acto de dejar testimonio fecal en lugares públicos, como si la Historia se escribiera con sus mierdas.
Y dice Tiburcio que, el mundo, visto desde esta nueva inclinación intestinal, parece girar en torno al lado lóbrego. Como si fuera un epicentro de tendencias, con un maestro de ceremonias en plena descomposición. Lo que para Quevedo fue desgracia necesaria, hoy se transforma en espectáculo. El recto, cansado de la sombra, ha salido a escena sin permiso y lo que deja tras de sí debiera escribirse en papel de lija, como elefante en tigre.
Actualización Dic2025 | +100👀
Breve, preciso y certero, como siempre, maestro.
ResponderEliminarCurioso post hoy de Julio César en los Sábados al Sol, pero muy acertado, pensando en lo que pasó en algunas de nuestras piscinas públicas a finales de este verano. En plan gamberrada, pero de muy mal gusto, desde luego. Y Julio César nos lo trata aquí como él sabe hacer en sus escritos y relatos. Saludos.
ResponderEliminar