A lo largo del presente reportaje se nos pone de manifiesto la proeza que supuso vivir a corazón abierto en estas desoladas latitudes. Y parece que fue bueno e inmenso para ellos, porque la tierra, tan bella como siempre, siguió ofreciendo sus surcos, desdeñando las terribles heladas,
rasgando lentamente el velo de la nieve, haciendo cama al fruto… esperando a la estación siguiente, como si el tiempo no importara. Adaptándose a tan distintos ritmos, a tantas generaciones.
Parece que César quiso dejar impreso un canto ecológico y natural que hemos de mantener si queremos que el mundo gire en armonía. Y no se trata de un deseo imposible: el mundo cada vez tiene más necesidad de espacios verdes y a quienes aquí viven se les ha confiado su custodia.
Froilán de Lózar, Primeras imágenes de Pernía, Editorial Aruz, Julio de 2010.
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