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Juegos infantiles de antaño maricastaño: las flechas


En el orden de prelación de nuestros juegos infantiles de aquel entonces en el pueblo, éste de “las flechas” gozaba de un gran atractivo y simpatía para una mayoría de nosotros. Y, contra lo que pudiera pensarse en cuanto a su nombre, no es que se tratase del tradicional juego de tiro con arco, que en principio pudiera creerse, no. Ni tampoco se trataba de las “flechas de Cupido”, que mucho tiempo después, ya mozos y mozas en edad de prometer, entenderíamos el por qué en el mundo de los adultos se hablaba de ellas.


Juegos infantiles de antaño maricastaño: las flechas

Un juego, éste de las flechas que, muy probablemente, en otros pueblos de nuestra comarca el pasatiempo en cuestión tomase otros apelativos, pero que en el nuestro en concreto, era conocido por todos como “jugar a las flechas”; gozando de una gran aceptación entre la chavalería.

El juego, en esencia, consistía básicamente en dividirnos los chavales y chavalas en dos grupos del mismo número de personas. Y la mecánica radicaba en que uno de los grupos, pasados varios minutos desde que el otro grupo hubiese partido del lugar teniendo tiempo para esconderse en algún paraje del pueblo, saliese en su búsqueda. Orientándose para ello con una serie de señales dibujadas en el suelo –flechas, en concreto, indicando la dirección a tomar tanto en línea recta como en los cruces de las calles- que el primero de los grupos había ido dejando dibujadas sobre el suelo de tierra a medida que se alejaban camino del escondite que sobre la marcha elegían.

El hecho de usar las flechas de dirección dibujadas sobre el suelo como señal, era lo que determinaría a la postre el nombre del juego; así de sencillo. Pero como todo juego, éste de las flechas, que disponía también de otra serie de elementos orientativos más aparte de las flechas, susceptibles de dibujar también en el suelo de tierra con un simple palo, tenía igualmente sus propias reglas, por todos conocidas, por otra parte. Y, en ocasiones, el saber interpretar mejor o estrujar estas reglas y adaptarlas a alguna situación concreta, estaba el posible triunfo en el juego. Así que ahí jugaba también a favor la mejor orientación, intuición o inspiración del momento que el líder del grupo llevase a cabo.

A veces, un intríngulis demasiado enrevesado de las señales dibujadas o una estudiada disposición de estas con el fin de confundir en la interpretación de las señas marcadas sobre la tierra por el primero de los grupos, hacía imposible para la segunda cuadrilla, la perseguidora, el poder localizar en su escondite al resto de compañeros, entre el gozo y la algazara correspondientes de estos últimos. Llegaba entonces el momento de poner en común los detalles de la búsqueda y de su acierto o fracaso, y de entablar una serie de conversaciones a varias bandas entre unos y otros; mientras el camino nos iba dirigiendo en muchas ocasiones hacia las inmediaciones de la iglesia, donde los vencejos, chillones por demás aquella tarde-noche, sobrevolaban incansables sobre nuestras cabezas en cientos de viajes de ida y vuelta.
Entretanto, nosotros, que teníamos todavía por delante algunas horas antes de retirarnos a descansar, comenzábamos a urdir ya el próximo juego en grupo.

Actualización Abr2025 | +119👀





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2 comentarios en el blog:

  1. Gracias José Javier,por hacernos recordar los juegos de nuestra infancia,y que felices éramos con tan poco.

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  2. Alfonso Santamaría Diez30 abril, 2025 12:06

    No recuerdo este juego, pero por lo que cuentas era divertido y muy participativo “jugar a las flechas”, que parece ser era “jugar al escondite”, pero con flechas marcadas en la tierra, para que fuese más fácil encontrar a los escondidos si se seguía bien la orientación, algo que no era tan fácil, según explicas, porque las flechas trataban de confundir al grupo buscador. Juegos de estrategas en los que primaba la picardía por parte de unos y de otros, unos para esconderse y no ser descubiertos, otros para encontrar a los escondidos.

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