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Si fuera río, sería Pisuerga tocando la montaña, inquieto navegante hacia la capital de los pintores, esperando paciente la luz crepuscular de “Requejada”, el paso hacia Salinas de Pisuerga, echando un pulso al tren, el de “La Robla”.
Si fuera Roca, sería Peña Tremaya, porque desde su cima se contempla a lo ancho y a lo largo “La Pernía”. Porque siempre, en los años que tengo y, en los años de mis padres y, en los de mis abuelos; en los años aquellos de “Doña Elvira”, cuando “cantó la muda”, digo que, en todos estos años, la he visto siempre enhiesta, como reafirmando su intervención en nuestra historia.
Pero si no pudiera ser ni río ni roca, seguro que sería témpano de silencio, flotando sobre cualquiera de estos montes, entrando con el frío de la feria de agosto en los hogares, arrebatando el llanto del labrador, el triste pensamiento del minero.
El montañés vive en silencio, enfrentado a sus quehaceres cotidianos y en silencio ve marchar a sus seres queridos, rodeados de silenciosos rostros, unos y otros presintiendo cómo será mañana su despedida, con cuánta entereza y disposición se entregarán a ella, cuáles serán los comentarios ante su cuerpo inerte. Seguro que dirán como se dice siempre: ¡¡Era un buen hombre!
Froilán de Lózar, Primeras imágenes de Pernía, Editorial Aruz, Julio de 2010.
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