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Acostumbro a decir en casa, delante de tres hijas universitarias -y me suelen recriminar por ello-, que la vida es una gran mentira. Si al dolor y a la insatisfacción que va en aumento, ante unos dirigentes corruptos y una justicia ciega, se van sumando recortes que tocan de lleno a los más necesitados, estudios que no te abren las puertas de los pocos mercados de trabajo que existen, empleos cada vez más inestables para todos, jubilación programada para cuando te mueres..., pues sigo repitiendo en todas partes que estamos sustentando una mentira. No hay alternativa política, no hay espíritu sindical serio, no hay una patronal responsable, la responsabilidad laboral está bajo mínimos y la defensa del obrero en paro es inexistente... En realidad, uno llega a la conclusión de que nadie le oye, de que se encuentra solo y en ninguna parte se contempla la situación desesperada en la que viven tantos miles de personas en situaciones parecidas a la tuya.
No beneficia a nadie este desorden, por más que algunos se empeñen en renovar promesas y años venideros fecundos. Además de que la vida es sueño, como bien interpretó Calderón de la Barca, hemos descubierto que es una gran mentira en la que unos y otros vamos interpretando en la medida que podemos, en la medida que nos dejan.

Froilán de Lózar