Los sábados al sol
Había una vez, en la vasta sabana africana, una joven jirafa llamada Tecla.
Periodista de Onda Cero Palencia
A diferencia de sus camaradas, no estaba contenta con su largo cuello. Mientras las otras se enorgullecían de alcanzar las hojas más altas de los árboles, ella soñaba con tener un gollete corto, como el de las cebras y los antílopes. Por si fuera poco, además, añadía a sus anhelos una meta mayor: irse a vivir a Tierra de Campos y convertirse en perro pastor en un rebaño de ovejas merinas. Un día, aguerrida, tomó la sartén por el mango. Se dirigió al sabio búho y tras escuchar sus deseos, este le dijo: «Puedo ayudarte, pero debes estar segura. Un cambio así puede traer consecuencias inesperadas». Tecla, resuelta, asintió con firmeza y se obró el milagro. Ahora podía correr más rápido y esconderse fácilmente entre los arbustos. Pero pronto se dio cuenta de que no todo era tan perfecto como había fantaseado. Con su nuevo pescuezo ya no podía alcanzar el alimento encaramado en las alturas. Un drama. Las otras jirafas comenzaron a mirarla con curiosidad y a veces con lástima. Sin más, una tarde, mientras exploraba la zona, se encontró con un grupo de leones hambrientos. Su vista ya no daba para vigilar a lo lejos y no los había visto venir. Justo cuando pensaba que todo estaba perdido, sus amigas de especie llegaron al rescate, usando sus largas cervices para golpear a las fieras y ahuyentarlas. Agradecida y conmovida, comprendió la importancia de ser quien realmente era. Decidió regresar al búho y pedirle que deshiciera el encantamiento. Entendió que cada ser tiene sus propias cualidades y que es importante valorarlas. Eso sí, su afán de convertirse en perro pastor en Tierra de Campos seguía en su corazón. Su anhelo llegó a oídos de Tiburcio, que decidió invitarla a su pueblo para ser la reina del Día de San Antón, la gran festividad en honor a los animales. Tecla, emocionada con la misiva, aceptó con alegría y viajó hasta el municipio, donde fue recibida con honores y cariño. Y allí se lo pasó en grande, porque nadie miraba ni por encima ni por debajo del hombro. Simplemente, saboreó el momento y visitó las tenadas del lugar. Conoció a cuatro mastines, charló con varios lugareños y entendió que era el momento de cerrar capítulo. Sea.
Actualización: May2025 | 140👀
Bonita historia, Julio-César, para iniciar tu sección de los "sábados al sol" aquí en Curioson. En esta ocasión explorando esa realidad y querencia humana de querer ser diferente de los otros y ser más que nadie, pero sin contar con que su especie y su naturaleza tiene unas características determinadas y entre ellas debe moverse. Que luego, como en esta historia de la jirafa Tecla, se encuentra con unas limitaciones que antes no tenía. Total que al final aparece nuestro amigo Tiburcio en la historia y se hace el fiel acompañante de Tecla en la visita feliz que hace a su pueblo, donde cada cual es como es y todos en perfecta compañía. Saludos.
ResponderEliminarEs una reflexión que viene bien para aplacar esas ansias por mirar lo que llevan los demás, que siempre nos pare mejor, que siempre nos sugiere mundos donde nos gustaría perdernos. Pero cuando entramos en ellos por descuído y vemos tantas dificultades también, entonces comenzamos a ponerle interés y cuidado a lo que tenemos.
ResponderEliminarQue tengas buen sábado al sol, amigo Julio.
Bienvenido Julio César a este Curioson de Froilán y tan nuestro, en el que te estrenas con la fábula en la que una jirafa quiere hacerse terracampina, como si supiera que en estos tiempos cuidar un rebaño de ovejas junto a mastines es un privilegio, algo imposible para ella, menos mal que Tiburcio la rescató de la sabana africana y la invitó a venir a tu pueblo, Ampudia, donde nadie te mira ni por encima ni por debajo del hombro, otro privilegio, al menos por San Antón.
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