Aquel ingrato momento de un amigo
Adriano Domínguez era mi amigo, y me dolió la noticia. Adriano Domínguez era mi admirado amigo y cuando un amigo mío es maltratado me indigno, grito, me rebelo, y escribo. Adriano llevaba unos meses en León, después de una desafortunada caída que le impidió seguir disfrutando de su apartamento en Madrid y de todo lo que la capital implicaba para él: allí estaban sus amigos, sus compañeros de profesión y sus recuerdos más queridos.
León lo acogió con cariño porque un hijo suyo eminente volvía a sus raíces. Su estancia en una flamante Residencia para Mayores de la capital leonesa era todo lo agradable que pueden serlo estos lugares, -melancolías y silencios, pasos lentos y días que se suceden con la esperanza de ver aparecer en el umbral de la puerta a alguien que ayude a desperezarse de la monotonía…
La soledad en esos lugares es lo más terrible, pienso yo; y, si como él, se goza de la más absoluta lucidez, pues peor.
Allí había encontrado una amistad entrañable, con la que compartía charlas y atardeceres, paseos y recuerdos…
El tiempo transcurría más acogedor, pero a alguien no le pareció bien y se encargó de separarlos. Y de forma injusta y cruel, se les prohibió sentarse juntos a la hora de comer, y luego, le fue comunicada a mi amigo la irrevocable resolución de que tenía que abandonar la Residencia… Vamos, que lo echaron como a un perro, a él, a una de las figuras más eminentes que ha dado León, a quien deberían agradecer los leoneses horas y horas de magistrales interpretaciones haciendo revivir en escena pasiones, amores y muertes en nuestro teatro y en nuestro cine.
Intervino en más de 130 películas, figuras míticas como Olivia de Havilland, Lee Remick, Brigitte Bardot o Alfredo Kraus fueron sus compañeros y amigos (una no se cansaba de oírlo cuando nos contaba anécdotas de su vida brillante con aquella memoria portentosa, y su voz suave y contundente a la vez…)
Pues bien, a él, a mi amigo Adriano Domínguez le echaron de la Residencia “por problemas de convivencia”, según se quiso justificar. Pero por debajo subyace la verdad, y la verdad tiene nombres concretos: egoísmo, inexplicables intereses, injusticia y crueldad con una persona que dio todo lo mejor y entonces no puede defenderse, y lo peor de todo, ingratitud… Viene a mi memoria la imagen de Miguel de Cervantes, quien en sus últimos años vivía con gran pobreza y abandono, a pesar de ser conocida su figura internacionalmente. Pues bien, cuando fue visitado por un embajador francés, éste quedó perplejo al ver su situación y se preguntó cómo era posible que un hombre como aquel “no estuviera protegido del erario público, y con todo tipo de honores”. Sobran los comentarios y los símiles.
Allí había encontrado una amistad entrañable, con la que compartía charlas y atardeceres, paseos y recuerdos…
El tiempo transcurría más acogedor, pero a alguien no le pareció bien y se encargó de separarlos. Y de forma injusta y cruel, se les prohibió sentarse juntos a la hora de comer, y luego, le fue comunicada a mi amigo la irrevocable resolución de que tenía que abandonar la Residencia… Vamos, que lo echaron como a un perro, a él, a una de las figuras más eminentes que ha dado León, a quien deberían agradecer los leoneses horas y horas de magistrales interpretaciones haciendo revivir en escena pasiones, amores y muertes en nuestro teatro y en nuestro cine.
Intervino en más de 130 películas, figuras míticas como Olivia de Havilland, Lee Remick, Brigitte Bardot o Alfredo Kraus fueron sus compañeros y amigos (una no se cansaba de oírlo cuando nos contaba anécdotas de su vida brillante con aquella memoria portentosa, y su voz suave y contundente a la vez…)
Pues bien, a él, a mi amigo Adriano Domínguez le echaron de la Residencia “por problemas de convivencia”, según se quiso justificar. Pero por debajo subyace la verdad, y la verdad tiene nombres concretos: egoísmo, inexplicables intereses, injusticia y crueldad con una persona que dio todo lo mejor y entonces no puede defenderse, y lo peor de todo, ingratitud… Viene a mi memoria la imagen de Miguel de Cervantes, quien en sus últimos años vivía con gran pobreza y abandono, a pesar de ser conocida su figura internacionalmente. Pues bien, cuando fue visitado por un embajador francés, éste quedó perplejo al ver su situación y se preguntó cómo era posible que un hombre como aquel “no estuviera protegido del erario público, y con todo tipo de honores”. Sobran los comentarios y los símiles.
Actualización, May2025 | +149 👀