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El poeta del pueblo

Imagen: Carmen Canduela

Conocí personalmente a Marcelino bastante tarde, he de reconocerlo; cuando él estaba ya jubilado de su profesión de maestro –como a él le gustaba le llamasen-. Aunque como palentino, venía siguiéndole en su trayectoria poética en Palencia y su implicación en la Institución “Tello Téllez de Meneses” que sustenta y patrocina nuestra Diputación Provincial. Y fue este encuentro personal en un acto cultural en Valladolid, organizado por “Diario Palentino”, periódico en el que tanto su esposa, Carmen Arroyo, como un servidor, colaboramos semanalmente en la sección de Opinión; ella los jueves y yo los miércoles.

JOSÉ JAVIER TERÁN
Colaborador del Diario Palentino y de Curiosón, donde alimenta la sección "Historias cercanas".


Y me pareció una persona afable y sencilla, familiar en el trato y con un pozo de sabiduría que, sin duda, dan los años, pero que también tiene que ver mucho con haber cultivado a lo largo de su vida el noble arte de la literatura en sus dos facetas: prosa y poesía, plasmadas así en los libros publicados en vida por nuestro poeta. Luego, vendrían ya más encuentros en algún acto público o en la calle mismamente, y siempre bajo el signo del afecto y la cercanía.
He titulado mi aportación para este homenaje a Marcelino, “El poeta del pueblo”, como sinónimo de poeta cercano que, a través de sus versos, nos hace ver de otra forma, bajo otro prisma, muchas de las cosas que habitualmente nos rodean. Y es que Marcelino lo mismo nos puede recrear a través de sus versos, salidos siempre desde el corazón, cualquiera de los parques de Palencia, el río Carrión, las calles de la ciudad, la catedral, la iglesia de San Miguel, el Cristo del Otero…; de ahí su otra faceta de poeta urbano o de lo urbano, que me atrevo a añadir.

Unos versos que, aunque nos puedan trasladar a lo cotidiano y a las construcciones o paisajes de nuestro día a día, y que pudiera pensarse por ello que se trataría de una poesía sencilla, nada más lejos de la realidad.  Pues se nota que la misma está trabajada y buscando la rima más conveniente en cada caso, que sirva para poner en valor lo que nos está relatando. Pero también, como todo poeta que de ello se precie, Marcelino cantó al amor y al desamor, a la primavera y al otoño, así como al invierno y al verano.

Pudiera decirse que Marcelino fue un cantor de lo cotidiano –incluyendo aquí al amor y al desamor, a la alegría y a la pena-; y también de lo urbano, como lugar habitado por las personas que cada día le dan vida.


1 comentario:

Alfonso Santamaría dijo...

Conocer a Marcelino es saborear el sentido de sus poemas, de su saber estar, de su templanza y sabiduría, siempre lejos de presumidas chulerías, y es que Marcelino era eso, un maestro de escuela que destacó como poeta y escritor, pero que tuvo la sencillez por bandera, la amistad por consigna y el amor a Carmen demostrado cada día.

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