GRAN GUÍA TEMPLOS ROMÁNICOS
La Abadía
En las dos ocasiones que en mi vida mortal los acompañé, reconozco que fui un privilegiado. No hube de utilizar el traductor franchute Google porque un desconocido amigo internaútico en estas lides con el que llevábamos años compartiendo, resultó ser el Presidente/Director de Patrimonio de toda esta zona francesa. Así que dio precisas instrucciones para que nos recibieran con guía en nuestra lengua patria y nos dejaran acceder a rincones inaccesibles y desconocidos para el resto de visitantes.
La abadía de Fontfroide se funda en 1093 cuando se produce el cuestionamiento del monacato cristiano que pretende recobrar el espíritu de San Benito. En 1145 la Orden cisterciense se extiende desde Borgoña gracias a San Bernardo de Claraval y esta abadía, bajo su dominio, se fortalece gracias a donaciones señoriales y la cruzada contra los cátaros que dirige el abad cisterciense Arnaud Amalric. La peste negra de Narbona en febrero de 1348 acaba con casi toda esta comunidad y desde el siglo XV hasta la Revolución francesa vive bajo el régimen de encomienda dirigida en su gestión financiera, funciones litúrgicas y régimen cotidiano, por “abades comendatarios” nombrados por el Papa desde el concordato de Boloña por el rey de Francia. La encomienda atribuye todos los beneficios de las rentas de la abadía en su mitad a los abades comendatarios (“mesa” o renta abacial”) y el resto ( renta conventual) a la Comunidad, por lo que la abadía se empobrece hasta el punto de que en 1594 solo quedarían siete monjes. Tres familias acaparan la abadía: los Narbonne-Lara, la italiana de los Frégose y los Rochefoucauld.
En la primera planta, dos tercios de los antiguos dormitorios comunes de la monjía se reemplazan por viviendas abaciales con ventanas y parteluces renacentistas.
El porche y arcada, se construyen en el XVII y los Frégose construyen los jardines italianos detrás del muro.
Las abadías cistercienses no solo albergaban monjes, pues éstos, según la regla de San Benito, no podían salir del recinto del monasterio y por tanto no pueden trabajar las explotaciones granjeras ni agrícolas donde se produce el sustento para la vida autárquica e independiente del monasterio. Para realizar estas tareas, la Orden sistematiza el uso de los “legos”, de origen campesino y analfabetos con obligaciones litúrgicas reducidas ( un solo oficio religioso los domingos y festivos) frente a las ocho horas diarias de los monjes. Para estos legos se construye en finales del siglo XII un refectorio con capacidad para 250.
Tiene una chimenea de estilo renacentista que se agregó procedente del castillo de los duques de Montmorency.
La reja de forja del fondo es ya del siglo XVIII.
Viniendo desde el patio de entrada se encuentra el callejón de los legos. La puerta está frente a las cocinas, transformadas en salón que sirve de pasaplatos entre los dos refectorios. El pasillo, con su bóveda única cisterciense de medio cañón, rodea la despensa, llamado “callejón de los legos”, marcaba la frontera entre el edificio conventual y el de los legos y permite acceder a la despensa sin molestar el oficio salmodiado de los monjes que se encuentran en la nave opuesta.
El claustro es el corazón de la vida espiritual. Lugar de paseo, mediación y lectura. El primer claustro románico cubierto por estructura de madera, se reforma y amplía en el siglo XIII con bóvedas góticas ojivales.
Capiteles puramente de estilo cisterciense.
Como para fundar un monasterio aislado del mundo se requiere cercanía inmediata a bosques, canteras de piedra y agua, Fontfroide es claro ejemplo de ello. Construye su patio de entrada que alberga talleres,
la fragua,
carpintería y tahona
centradas alrededor del pozo donde corre agua muy fría. De ahí su nombre.
El patio actual es rectangular de estilo clásico, finales del XVIII.
La piedra utilizada para construir la abadía es gres y la variedad de colores habla de las canteras diferentes utilizadas.
En el centro de los tímpanos, gran oculí inundan de luz
y columnas de mármol que acaban sustituyendo a las de gres.
La tiara expuesta en la galería recuerda que Jacques Fournier, abad de Fontfroide, acaba convertido en Papa de Aviñón en 1334 con el nombre de Benito XII.
En la galería sur, pilas para la ceremonia del mandatum, o lavado de pies practicado por los cistercienses.
De todos los templos cistercienses construidos en la segunda mitad del siglo XII, el abacial de Fontfroide es el más alto: 20 de altura por 60 de longitud.
Su bóveda de cañón es de estilo sobrio y depurado, transición al gótico.
En el siglo XIV se le añaden cinco capillas y una tribuna para religiosos ancianos y enfermos que les permite acceder directamente desde su dormitorio en las plegarias nocturnas.
Tras la adquisición de la abadía por Gustave Fayet, las aberturas se cubren con vidrieras coloridas.
El rosetón de la fachada oeste, simboliza la creación del mundo con Dios Padre y los signos zodiacales
Otras vidrieras del lateral norte presentan la vida de San Bernardo y San Francisco de Asís.
La Capilla de los Muertos o de San Bernardo
se construyó en el siglo XII. Además de vidrieras contemporáneas, alberga un calvario,
Estatuas yacentes
y una cruz de piedra decorada por ambos lados con el Cristo
y la Virgen con diadema.
No les quedó nada por analizar. ¡ Ansiosos, que sois mu ansiosos!
2 comentarios:
Ahora que estamos solos tú y yo, socio Froi, te quiero desvelar un secreto. Las visitas a Fontfroide era un hilo investigador. Habían publicado un trabajo que, oponiéndose a teorías consolidadas, opinaban que la inscripción ANOL o ANOLL de Santiago de Agüero no era el nombre del Maestro sino de donación con referencia a la cantera de origen. Comprobaron que, tras el abandono repentino de las obras en el templo de los riglos aragoneses, se trasladaron a construir el Monasterio de Poblet llevando sillares con la inscripción ANOL/ANOLL de los que, al menos nueve, certificaron en su ábside y, como sabían que en la construcción de Poblet participaron constructores de Fontfroide, me llevaron a comprobarlo. Allí no existe Anoll, por tanto reforzaron su tesis.
Es curioso cómo se van entrelazando las historias. Normal que se generen dudas después de tantos siglos. Extraordinario que los amantes del románico no se conformen con las teorías y quieran aclarar en lo posible lo que otros dan por consolidado con una lectura.
Magnífico, Mongui. Buen olfato, buena intuición. Gracias por otro martes más. Recuerdo que la próxima entrega volvemos a una de las estrellas de mi tierra, Frómista. Hasta entonces, disfruta de los recuerdos en tu edén.
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