En verano nos reunimos con la familia materna en La Coruña porque allí viven mis hermanas. La última vez que lo hicimos fue en julio de 2019. Pero el año 2020 llegó con su regalo envenenado y todo lo que millones de personas en todo el mundo, posiblemente, habían programado con antelación se vino abajo. Y dócilmente en unos casos, pero con cierta rebeldía en otros, por precaución, fuimos responsables y seguimos la pauta marcada y aceptamos los protocolos indispensables para que el virus no nos alcanzase y no se extendiera. El teléfono fijo y el móvil con sus vídeo llamadas, mensajes de voz o escritos, whatsApp, atenuaron la ansiedad que amenazaba con arruinar la calma necesaria en esa larga etapa que cada uno llenó como supo y pudo, si bien es cierto que la calidez del contacto humano -tan necesario entre familiares o amigos- fue fruta prohibida y a ella renunciamos por cariño o amistad.
Me hago esta preguntas: ¿Cuánto estaríamos dispuestos a pagar, y con qué moneda, para volver a un tiempo en el que la inocencia vivía en lo más íntimo de nuestro ser? ¿Por qué, a medida que envejecemos, dejamos a un lado el día día por rutinario y nos volvemos hacia el tiempo amarillo de la infancia? Mi hermana Loli fue el regalo que mis padres me hicieron el día del Carmen. Ella nació también en esa fecha y es muy querida por mí.
1 comentario:
Hola Carmen ,pues que decir yo que el día del cumpleaños de mi mujer,nació nuestro hijo,me decían las matronas hay que ilusión y que le vas a regalar a tu mujer ,...y yo les decía hay tiene el regalo ese año me escapé los siguientes por 2
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