Había nacido en Salamanca el 13 de agosto de 1.311. Un matrimonio de conveniencia le ligó con María de Portugal. Estuvo toda su vida enamorado de una viuda cuya hermosura alcanzó justa fama. A ella dedicaría todo su amor, incluso, le daría a su lado un puesto que, en honor a la verdad, estaría reservado a su legítima esposa. Con esta únicamente tuvo un hijo, Pedro, que al reinar fue conocido como Pedro, “el Justiciero”. Una vez cumplido su deber de dar un heredero legítimo al reino, María fue abandonada. En cambio, con Leonor de Guzmán, su amante, tuvo nueve bastardos.
No creades, mi señora,
el mal dizir de las gentes,
ca la muerte més llegada
sy en ello paredes mentes.
Estos versos pueden dar pie a una disculpa con María de Portugal si acaso le han llegado rumores sobre sus devaneos amorosos. Sin embargo, están dedicados a su queridísima Leonor de Guzmán. La infidelidad del rey era harto conocida y consentida por los nobles, el pueblo y… los clérigos, a quienes les interesaba que Alfonso se comportase así porque muchos de ellos -era una época de relajación moral en el aspecto carnal-, tenían sus propias barraganas con las que viven y reconocen hijos. Llegó un momento en que este escándalo provocado por el rey y los clérigos que no respetaban la castidad hizo que el papa Benedicto XII amonestase a aquellos súbditos tan poco amantes de la abstinencia carnal. De nada sirvieron sus palabras. Los clérigos apoyaron los amores del rey para tener ellos la misma posibilidad de “yazer con fenbra plazentera”. Todo esto aparece en El Libro de Buen Amor, de Juan Ruiz, arcipreste de Hita, clérigo pues. En Los Milagros de Nuestra Señora, de Gonzalo de Berceo, la Virgen salva a monjes pertinaces y monjas encinta que faltaban al sexto mandamiento, por tanto el mal estaba bien extendido.
Leer es algo que, además de hacernos pasar un buen rato, permite conocer otras épocas y analizar o comparar con las actuales.
Simpatías de la HistoriaUna idea de Carmen para Curiosón
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